Mensaje del 15 de agosto de 1990 en Rubbio (Italia)
Unción de María Santísima al Cielo
El camino de luz.
«Mirad hoy el esplendor de vuestra Madre Celeste, hijos predilectos, para ser consolados en los momentos dolorosos que vivís y para caminar por mi senda, durante la parte conclusiva del Segundo Adviento. Es el camino de luz. Es el camino que he trazado para vosotros en estos años, para llevaros a todos a la Iglesia de Luz. Jesús está formando ahora esta Iglesia suya, por medio de la poderosa acción del Espíritu Santo y en el jardín del Corazón Inmaculado de vuestra Madre Celeste. Es la nueva Iglesia de Luz, que tiene un resplandor más intenso que mil soles juntos. Ella se forma en el corazón de los sencillos, de los pequeños, de los puros, de los pobres, de aquellos que saben acoger a Jesús y seguirlo con una docilidad perfecta sin compromisos con el espíritu del mundo. Jesús construye esta nueva Iglesia suya de manera invisible y totalmente misteriosa, en el silencio, en el secreto, en la oración, en la sencillez. Por esto hoy invito a todos mis predilectos y a mis hijos consagrados a mi Corazón Inmaculado, a recorrer este camino de luz para llegar al final del Segundo Adviento que estáis viviendo ahora. — En este camino de luz sois envueltos por el esplendor poderoso de vuestro Padre Celestial, quien refleja su amor en vosotros, os acoge en sus brazos y os lleva más y más a comprender el misterio de su Paternidad Divina. Así vosotros mismos llegáis a ser el reflejo de la gloria del Padre. — En este camino de luzy sois íntimamente penetrados por la misma luz de Cristo, quien os lleva a oponeros con fuerza a las tinieblas del pecado, del error y del mal. Así camináis en el esplendor de su Palabra Divina que hace bajar sobre vuestra vida los rayos luminosos del gozo, de la pureza, del amor, de la belleza y de la santidad. Así vosotros mismos llegáis a ser el reflejo del esplendor del Hijo. — En este camino de luz sois íntimamente transformados por el ardiente fuego del Espíritu Santo, quien, como una llama ardiente, os consume y purifica de todo lo que es impuro e imperfecto en vosotros. Así os hace aptos para entrar en la íntima relación de amor que existe entre el Padre y el Hijo, de manera que el Padre sea perfectamente glorificado en vosotros y el Hijo sea más amado e imitado por vosotros. Así vosotros mismos llegáis a ser el reflejo de amor del Espíritu Santo. Hoy, mientras miráis el esplendor de mi Cuerpo glorioso elevado al cielo, Yo os invito a todos a caminar por la senda de la Luz que os he trazado, para ofrecer vuestra vida a la gloria perfecta de la Santísima Trinidad, para vivir bien los últimos tiempos de este Segundo Adviento, de manera que estéis preparados y con las lámparas encendidas para recibir al Señor que viene.»