Mensaje del 14 de abril de 1990 en Rubbio (Italia)
Sábado Santo
Velad Conmigo en la espera.
«Hijos predilectos, hoy velad Conmigo en la espera. Es Sábado Santo. Es el día de mi segura esperanza. Es el día de mi fe inquebrantable y de mi Dolor Inmaculado. Ahora Jesús yace muerto en su sepulcro nuevo. Desde que me alejé junto a Juan y a las piadosas mujeres santas, después de haber sido cerrado el sepulcro, rodándole una gran piedra delante, aparentemente el tiempo se había parado para Mí, Madre dolorosa y crucificada. Me recogí en una oración incesante, mientras las lágrimas salían de mis ojos en un llanto continuo y mi corazón materno formaba una cuna de amor y de espera para el nacimiento nuevo y glorioso de mi Hijo Jesús. La fe en su Palabra Divina, que siempre me había sostenido durante su existencia humana, y que en las horas de su Pasión dolorosa había llegado a ser el único y seguro apoyo firme para mi dolor indecible, se convierte ahora en absoluta certeza de su próxima resurrección. Y vivo herida y aplacada, llorosa y consolada, dolorida y contenta porque sé que Jesús, desgarrado y muerto de una manera tan cruel, ya está a punto de resucitar. Y al alba del primer día después del Sábado, Jesucristo se me acerca, en el esplendor de su Cuerpo Glorioso, con qué amor y ternura filial me estrecha entre sus brazos, me envuelve en su intensísima luz y me dice Palabras Divinas de consuelo. Hijos predilectos, velad Conmigo en la espera, en el Sábado Santo, largo y doloroso, que va desde su resurrección a su retorno glorioso. Velad Conmigo en la espera y sed fuertes en la fe en Él, en estos tiempos en los cuales las traiciones y los abandonos de parte de los suyos se repiten, y la fe de los verdaderos discípulos es duramente probada por la difusión de los errores más solapados e insidiosos. Velad Conmigo en la espera y estad seguros en la esperanza de que Jesús regresará sobre las nubes del cielo, en el esplendor de Su Cuerpo Glorioso, como lo preanunció ante el tribunal de Caifás para dar una señal segura de su Divinidad, en estos tiempos en que se difunden las dudas sobre su naturaleza divina y sobre la realización de sus promesas. Velad Conmigo en la espera y sed ardientes en la caridad, en estos tiempos en que ésta se ha enfriado en los corazones de los hombres, y la humanidad se ha convertido en un desierto de vida y de amor, y está cada vez más consumida y amenazada por el egoísmo, la violencia, el hambre y la guerra.Velad Conmigo en la espera en estos últimos tiempos de vuestro tan prolongado Sábado Santo, porque está próximo el momento del retomo de mi Hijo Jesús sobre las nubes del cielo, en el esplendor de Su Gloria Divina.»