Mensaje del 13 de abril de 1990 Rubbio (Italia)
Viernes Santo
El Hijo y la Madre.
«Vivid hoy las horas dolorosas de la Pasión y de la muerte de mi Hijo Jesús, junto a Mí, su Madre dolorosa. Entrad en la profundidad de su Corazón Divino, para participar en la intensidad de todo su sufrimiento. Durante el juicio del tribunal religioso, Jesús es vilipendiado, maltratado y por fin condenado, por haber dado testimonio de la verdad y por haberse proclamado Hijo de Dios. Durante el proceso recibido delante del tribunal civil, después de haber sido reconocido inocente de todas las acusaciones hechas contra El, es sometido al castigo terrible de la flaglelación y de la coronación de espinas, y al final, es condenado a muerte de Cruz. Como un manso cordero llevado al matadero, sin una palabra de hastío, sin una palabra de queja, oprimido por el peso de la Cruz que le da el Padre Celestial mientras sube al Calvario, así hoy, encuentro a mi Hijo. Tu rostro ya no tiene semblante de hombre, por estar tan desfigurado por la sangre y los golpes; la flagelación ha convertido su cuerpo en una sola llaga viva, de la cual brotan arroyos de san gre. Las fuerzas ya no le sostienen y vacila; la fiebre lo consume; la vida lo abandona; cae bajo el peso de su patíbulo; allí está tendido en el suelo, aplastado como un gusano, incapaz de levantarse. Es en este momento cuando el Padre Celestial le da el consuelo de su Madre. Desde este instante, vivimos juntos el misterio de su Pasión Redentora. El Hijo y la Madre. Juntos recorrimos el último trecho de este terrible camino. Él, con el peso infinito de su sufrir que lo aplasta; Yo, con la espada dolorosa que penetra en mi Corazón Inmaculado, lo hiere y lo hace sangrar. El Hijo y la Madre, juntos hacia el Calvario, llevando la Cruz de un mismo dolor. Las gotas de sangre que manan de Su cabeza se unen a las abundantes lágrimas que derraman mis ojos matemos. La corona de espinas que ciñe Su cabeza se convierte en espada cortante que traspasa mi Corazón. Su cuerpo llagado refleja mi alma herida y destrozada. El Hijo y la Madre. Juntos llegamos a la cumbre del Gólgota; juntos somos colgad os en el patíbulo; juntos somos perforados por los clavos; juntos vivimos las horas dolorosas de la agonía; juntos escuchamos los gritos malévolos de aquellos que insultan y blasfeman; juntos perdonamos a los verdugos, juntos oramos y amamos; juntos experimentamos el abandono del Padre; juntos confiamos y nos entregamos a Él; juntos, en fin, morimos. Jesús muere en el cuerpo; Yo, su Madre, muero en el corazón. Todavía permanezco viva, milagrosamente, porque como Madre debo ayudar a mi Hijo a morir. Ahora entendéis vosotros, el profundo sentido de su último don: —He aquí a tu Madre. Soy Madre para El y para vosotros. El Hijo y la Madre. Los hijos y la Madre. Todavía sigo milagrosamente viva al pie de la Cruz, porque como Madre, debo ayudaros, a todos, a nacer y a vivir en Él y para Él. Desde hoy, todos los hombres redimidos por Jesús son mis hijos también. Soy la Madre de los hombres de todos los tiempos, hasta el fin de los tiempos, cuando Jesús regresará en gloria y entonces,finalmente, mi maternidad espiritual se habrá cumplido.»