Mensaje del 12 de abril de 1990 en Jueves Santo
Los amó hasta el extremo.
«Hijos predilectos, vivid Conmigo este día de Jueves Santo, reunidos en el Cenáculo de mi Corazón Inmaculado. Este es el día de vuestra Pascua. Es el día de vuestro Sacerdocio. Hoy lo recordáis, reunidos alrededor de vuestros Obispos, en la concelebración de la Eucaristía, en la que renováis las promesas hechas en el día de vuestra Ordenación Sacerdotal. Éstas son las promesas de vuestra fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Las promesas de vuestra disponibilidad y de vuestra obediencia. Son las promesas de vuestro amor total y exclusivo que os empuja a amar a Jesús y a las almas que os han sido confiadas por Él. 810Todas ellas son promesas de vida; compromisos de amor. —Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo— . Así introduce Juan, el Apóstol predilecto, en su Evangelio, el relato de la institución de la Eucaristía, del nuevo Sacrificio y del Sacerdocio nuevo. Jesús los amó hasta el extremo. Los amó hasta el extremo, es decir, hasta el extremo de su vida, porque la última Cena corresponde también a la última noche de su existencia humana vivida entre vosotros: —”He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer”. Los amó hasta el extremo, es decir, hasta el extremo de toda posibilidad de amor, porque Jesús perpetúa hoy el Sacrificio consumado una sola vez en el Calvario para la salvación de todos. — ’’Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Los amó hasta el extremo, es decir, hasta la exigencia extrema, impuesta por el amor que requiere la presencia de la persona amada, porque, en la Eucaristía, Jesús permanece siempre con vosotros, realmente presente con su Cuerpo Glorioso y su Divinidad, como lo está en el Paraíso, aunque escondido por el velo de las Especies Eucarísticas. —Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin de los siglos. Los amó hasta el extremo, es decir, hasta el límite de vuestra miseria y de vuestra pobreza, porque en el Sacramento de la Eucaristía, Jesús se hace uno con vosotros, se hace carne de vuestra misma carne, sangre de vuestra misma sangre, para comunicaros, criaturas terrenas, el don precioso de su Vida Divina. —Yo soy el pan vivo bajado del Cielo. Quien come de este pan vivirá para siempre y Yo lo resucitaré en el último día.— Los amó hasta el extremo, es decir, hasta el fin de los tiempos, porque la presencia de Cristo, en estado de víctima, entre vosotros, en cada Tabernáculo de la tierra, os da seguridad y confianza, gozo y esperanza de su regreso glorioso. —Anunciamos tu Muerte Señor, y proclamamos tu Resurrección; ven Señor Jesús. Hoy es el día del Sacrificio nuevo y del nuevo Sacerdocio. Hoy es el gran día del amor. Su Corazón Divino se abre para daros su mandamiento nuevo: —Os doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros como Yo os he amado. En este día, hijos predilectos, os pido que renovéis vuestro compromiso de amor a Jesús presente en la Eucaristía. Haced de la Santa Misa el centro de vuestra acción apostólica. Celebradla con amor, con observancia escrupulosa de las leyes litúrgicas; vividla, participando personalmente en el sacrificio que Jesús renueva por medio de vosotros. Rodead de luces y de flores el Tabernáculo donde está guardado Jesús Eucarístico. Id con frecuencia ante el Tabernáculo para vuestros encuentros personales de amor con Jesús que os espera; que sea para vosotros el tesoro único y precioso que atrae, como un imán, vuestro corazón sacerdotal. Seguid exponiendo a Jesús Eucarístico sobre el altar en horas solemnes y públicas de adoración y de reparación, porque el nacimiento de la nueva era llevará a un general reflorecimiento del culto Eucarístico en toda la Iglesia. En efecto, el advenimiento del Reino Glorioso de Cristo coincidirá con el mayor esplendor de su Reino Eucarístico entre vosotros. Jesús Eucarístico liberará toda su potencia de amor, que transformará las almas, la Iglesia y a toda la humanidad. Así la Eucaristía se hace signo de Jesús que también hoy os ama hasta el extremo, porque os conduce hasta el fin de estos vuestros tiempos, para introduciros en la nueva era de santidad y de gracia, hacia la cual estáis todos encaminados, y que comenzará en el momento en que Jesús habrá instaurado su Reino Glorioso entre vosotros.»