Mensaje del 31 de diciembre de 1989 en Rubbio (Italia)
Ultim a noche d el año
Abrid vuestros corazones.
«De todas partes del mundo recogeos en el Cenáculo de mi Corazón Inmaculado, en acto de oración intensa y continua, para vivir junto a Mí las últimas horas de este año que está por terminar. Ha sido un año muy importante. He recogido en mis manos maternales las oraciones y los sufrimientos de todos mis hijos y los he depositado en el Cáliz abierto del Corazón Divino y Misericordioso de mi Hijo Jesús. Así he podido ejercitar, de una manera fuerte, mi obra de mediación entre vosotros y mi Hijo y he intercedido ante El por todos, como vuestra madre Dolorosa y Misericordiosa. —He obtenido muchas gracias para mis hijos Sacerdotes, para ayudarlos a andar por el camino de un testimonio de vida cada vez más perfecto, que sea conforme al Designio de Jesús y a las grandes necesidades de la Iglesia de hoy. —Me he colocado junto a mis hijos consagrados, con su profesión religiosa, para darles el valor y el entusiasmo de seguir a Jesús casto, pobre y obediente hasta el Calvario. —He orado por todos mis pobres hijos pecadores, víctimas de las pasiones, de los vicios, de los pecados, de la impureza, del egoísmo, del odio y del rechazo de Dios. En mi Corazón Inmaculado he preparado para ellos el auxilio que necesitan para que puedan volver a los brazos de su Padre Celestial, que los espera a todos para estrecharlos contra Sí con el vínculo de su Amor Divino y Misericordioso. —He rogado por los enfermos, para que obtengan el don de acoger con docilidad y mansedumbre las cruces de su enfermedad; he rogado por las familias divididas, por los jóvenes desviados, por las naciones oprimidas bajo el yugo de la esclavitud, por todos los pueblos de la tierra. —He orado para obtener para toda la humanidad el gran don de la Paz. En esta mi obra de intercesión ante mi Hijo Jesús, vosotros mis pequeños niños, con vuestra oración habéis dado una gran fuerza a vuestra Madre Celeste. Os agradezco vuestra generosa correspondencia a mis deseos y a mis repetidos requerimientos. Por medio de mi Movimiento Sacerdotal Mariano, he podido obtener en todas partes del mundo, una gran respuesta de Sacerdotes y fieles a mi petición de consagración y de oración. Los Cenáculos se han difundido por doquier, como Yo os pedí en mi mensaje del 17 de enero de 1974. Ahora vuestra Madre Celeste puede ejercer su gran poder. Ya tengo en mis manos la llave preciosa para abrir la puerta de oro del Corazón Divino de Jesús, para que pueda derramar por todo el mundo el océano de su Misericordia. El agua, que brota del Corazón Sacratísimo de Jesús, lavará y purificará todo el mundo y lo preparará para vivir la nueva era de gracia y de santidad que todos esperan. En estos años veréis cumplirse el gran milagro de la Divina Misericordia. Abrid vuestros corazones. Abrid los corazones de todos los hombres, para que puedan acoger a Cristo que viene en el esplendor de su Luz, para hacer nuevas todas las cosas.»