Mensaje del 25 de marzo de 1989 en Dongo (Italia)
Sábado Santo
En el sepulcro nuevo.
« En el sepulcro nuevo hoy reposa el Cuerpo de mi Hijo Jesús en el sueño de la muerte. En mi seno virginal, donde el Verbo del Padre descendió después del Sí que di en el momento de la Anunciación, se posa su Espíritu. Y me siento Madre Dolorida y satisfecha, herida y aplacada, sumergida en un océano de dolor y envuelta en un manto de paz, sacudida por el llanto e imbuida de una interior y divina bienaventuranza. Ya todo se ha cumplido. Ahora Yo velo en acto de incesante oración, mientras mi Corazón se abre a la certeza de la resurrección de mi Hijo Jesús; mi mente se ilumina a la luz de su profecía y mi persona está toda proyectada en tensión de la espera de este su glorioso momento. Es el día de mi maternal soledad. Es el día de mi inmenso dolor. Es el día fecundo de mi segura esperanza. Es el primer día de mi nueva y espiritual maternidad. Entrad, hijos predilectos, en la cuna de mi Corazón Inmaculado y preparaos también vosotros para el momento de vuestro nuevo nacimiento. En el sepulcro nuevo, donde yace por este sólo día el Cuerpo sin vida de mi Hijo Jesús, depositad el hombre que en vosotros debe morir. Depositad el hombre del pecado y del vicio, del odio y del egoísmo, de la avaricia y de la lujuria, de la soberbia y del orgullo, de la discordia y de la incredulidad. Muera hoy en vosotros todo lo que habéis heredado del primer hombre. Y salga finalmente a la luz el nuevo hombre que nace en el sepulcro nuevo, donde Cristo ha resucitado en el esplendor glorioso de su divinidad. El hombre nuevo de la gracia y de la santidad. El hombre nuevo del amor y de la comunión. El hombre nuevo de la misericordia y de la pureza. El hombre nuevo de la humildad y de la caridad. El hombre nuevo de la docilidad y de la obediencia. El hombre nuevo de la luz y de la santidad. El hombre nuevo formado en el sepulcro nuevo y que adquiere vida en el momento gozoso de la Resurrección de Cristo. Este vuestro nuevo nacimiento se realiza en la cuna de mi Corazón Inmaculado, junto a Mí, vuestra tierna Madre, que comienzo así la nueva tarea de mi espiritual y universal maternidad. Solo este hombre nuevo, que nace en el Misterio Pascual de Cristo, puede abrir de par en par la puerta del sepulcro, en el que hoy yace toda la humanidad ya muerta, para hacerla resucitar a la nueva era de gracia y de santidad, que Cristo Resucitado os ha traído en el momento de su victoria sobre el pecado y sobre la muerte.»