Mensaje del 29 de septiembre de 1988 en Madrid (España)
Ejercicios Espirituales, en forma de Cenáculo continuado, con los
Sacerdotes del M.S.M. de España
A los Ángeles de las Iglesias.
«Hijos predilectos, habéis terminado los Ejercicios Espirituales, que bajo forma de un Cenáculo continuado habéis hecho en estos días, y habéis acudido de todos los lugares de España, esta tierra tan amada por Mí, y tan particularmente insidiada y golpeada por mi Adversario.
He agradecido el homenaje de vuestra oración, de vuestra fraternidad, de vuestro amor.
De mi Corazón Inmaculado he hecho descender una copiosa lluvia de gracias sobre vosotros, sobre los fieles confiados a vosotros, sobre la Iglesia y sobre vuestra Patria.
Tres son las insidias con que Satanás intenta hoy seduciros para alejaron de Jesús y de Mí.
—La primera se refiere a vuestra Patria, que oficialmente se ha alejado del camino de una secular fidelidad a la tradición cristiana para acoger ideologías ateas y materialistas.
Así se ha acogido el error del indeferentismo en la vida política y social y, en nombre de una falsa libertad, han sido legitimados el divorcio, el aborto, y todos los medios para impedir la vida.
¿Qué queda de cristiano hoy en vuestra Nación, que sin embargo fue una luz para todo el mundo por el ejemplo dado por tantos Santos, y por tantos mártires suyos?
¡Vuelve, oh España, al camino de la conversión y de tu mayor fidelidad a Cristo!
—La segunda se refiere a la Iglesia que vive en vuestra Nación. La misma se halla penetrada por un secularismo, que ha da hado particularmente la vida de muchos Sacerdotes y de muchos Religiosos; se encuentra lacerada por una profunda e interior división; está herida en sus Pastores, que, por miedo a exponerse a las criticas, callan y no defienden ya el rebaño que Cristo les ha confiado.
A vosotros, que sois los Ángeles de las Iglesias, dirijo hoy el dolorido reproche de mi materno Corazón por vuestra falta de fe, de celo, de oración y de santidad.
El Señor está a punto de pediros cuentas de cómo habéis administrado su viña, y por qué habéis permitido que hayan entrado en ella los lobos rapaces, disfrazados de corderos, para devorar un rebaño pisoteado y disperso.
—La tercera se refiere a la vida de mis hijos, especialmente de los jóvenes, amenazados por una tan grande difusión de la inmoralidad.
Pido que se vuelva al camino de una general conversión al Señor con la observancia de la ley de Dios, con la práctica de las virtudes cristianas, especialmente de la penitencia y de la caridad.
El perfume de vuestra pureza vuelva a serenar el ambiente que os rodea, tan denso de amenazas y peligros.
Confiaos a la protección de los Ángeles Custodios, especialmente a la de los Arcángeles San Gabriel, San Rafael y San Miguel, cuya fiesta celebráis hoy.
Así os revestiréis de la virtud de la fortaleza, tan necesaria hoy; sanaréis de las profundas llagas que os han herido; sobre todo estaréis defendidos por San Miguel en la terrible batalla que, en estos últimos tiempos, se está combatiendo entre el Cielo y la tierra.
Y al fin todos podréis formar parte del ejército victorioso, guiado por vuestra Celeste Capitana, la Mujer vestida del Sol, para el ya cercano triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo.»