Mensaje del 29 de junio de 1988 en Santuario de Knock (Irlanda)
Solemnidad de los Santos Apóstoles:
Pedro y Pablo
Con la fe de Pedro.
«Hijos predilectos, iluminad la tierra con la luz de Cristo. Hijos predilectos, llevad a los hombres a Cristo con la fe de Pedro. Cristo fundó su Iglesia sólo sobre la fe de Pedro. Jesús sólo rogó por Pedro para que su fe permaneciera siempre íntegra. Sólo a Pedro, el Señor confió la misión de confirmar en la fe a sus hermanos. Celebráis hoy la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, en este Año Mariano, a Mí consagrado. Os invito a todos, como Madre dolorosa y preocupada, a mirar hoy al sucesor de Pedro, al Papa Juan Pablo II. Es mi Papa. Es el Papa formado por Mí en lo profundo de mi Corazón Inmaculado. Es el Papa de mi gran Luz en estos tiempos de la mayor oscuridad. Con la fe de Pedro, Él ilumina la tierra y confirma a toda la Iglesia en la Verdad. Hoy el Papa, como un nuevo Pedro, reafirma la fe total en Cristo, Hijo de Dios y, como un nuevo Pablo, va a todas las partes del mundo, a proclamar con valentía su Evangelio de salvación. Sostened al Papa con vuestra filial unidad. Orad por Él, sufrid con Él, amadlo, rodeadlo de una potente fuerza de obediencia humilde y valerosa. El Corazón del Papa sangra hoy a causa de un Obispo de la Santa Iglesia de Dios que, con una arbitraria ordenación episcopal, hecha contra su voluntad, abre en la Iglesia Católica un doloroso cisma. Pero no es más que el inicio. En efecto, muchos Obispos no están ya unidos al Papa y recorren un camino opuesto al indicado por Él. Ésta es una división mayor y más peligrosa, aunque aún no sea visible, que causa dolor y hace sangrar mi Corazón de Madre y casi derrumba a mi Papa bajo el peso de una Cruz demasiado pesada. Os he preparado para que le ayudéis a llevar su gran Cruz. Por esto ha llegado la hora en que debe aparecer, con toda su fuerza y esplendor, el gran ejército, que en estos años, en el silencio y en lo escondido, me he formado en todas las partes del mundo, con mi Movimiento Sacerdotal Mariano, para defensa y fuerte sostén del Papa. Así comienza a delinearse claramente el plan del pequeño rebaño, que permanecerá fiel a Cristo y a su Iglesia, todo él custodiado en el jardín de mi Corazón Inmaculado.»