Mensaje del 18 de septiembre de 1988 en Lourdes (Francia)
Cenáculo con Sacerdotes y fieles del M.S.M.
Un período de diez años.
«Hoy venís de todas partes de Francia al pie de la roca sobre la que me aparecí como la Inmaculada Concepción, para hacer vuestro gran Cenáculo de oración y fraternidad y para renovar juntos el acto de consagración a mi Corazón Inmaculado. Bendigo desde aquí a mi Movimiento; bendigo desde aquí a cada uno de vosotros; desde aquí bendigo a la Iglesia y a toda la humanidad. Habéis entrado en mis tiempos. En este día os pido me consagréis todo el tiempo que aún os separa del final de vuestro siglo. Es un período de diez años. Son diez años muy importantes. Son diez años decisivos. Os pido que lo paséis Conmigo, porque entráis en el período final del segundo adviento, que os conduce al triunfo de mi Corazón Inmaculado con la gloriosa venida de mi hijo Jesús. En este período de diez años, se cumplirá la plenitud del tiempo que os fue señalado por Mí, comenzando desde la Salette hasta mis últimas y actuales apariciones. En este período de diez años, llegará a su culmen la purificación que desde hace ya muchos años estáis viviendo, y por esto los sufrimientos se harán mayores para todos. En este período de diez años, se cumplirá el tiempo de la gran tribulación, que os ha sido profetizada por la Sagrada Escritura, antes de la segunda venida de Jesús. En este período de diez años, se manifestará el misterio de iniquidad, preparado por la difusión cada vez mayor de la gran apostasía. En este período de diez años, se realizarán todos los secretos que he revelado a algunos de mis hijos, y se cumplirán todos los acontecimientos que os han sido predichos por Mí. Por esto os pido hoy que me consagréis todo este período de tiempo, como si fuese un prolongado y continuado Año Mariano. Abridme las puertas de vuestros corazones y dejadme actuar en vosotros. Abridme las puertas de vuestras familias, de vuestras parroquias, de vuestras casas religiosas, y dejad que entre la Luz inmaculada de mi presencia. Multiplicad vuestros Cenáculos de oración y vivid en la mayor confianza y en un filial abandono en Mí, sin dejaros prender por la vana curiosidad de saber lo que os aguarda. El agua de la divina Misericordia os purifique de todo pecado y os convierta en nuevos brotes para la era de gracia y santidad que, en mi Corazón Inmaculado, preparo para vosotros cada día