Mensaje del 13 de mayo de 1988 en Marienfried (Alemania)
Aniversario de la 7- aparición en Fátima
Éstos son los tiempos.
«Hijos predilectos, vivid en mi paz. Hoy recordáis mi primera aparición, acontecida en la pobre Cova de Iria, en Fátima. Descendí del Cielo como Reina y Madre vuestra. Me manifesté a vosotros en el esplendor de mi luz inmaculada. Me aparecí como la Mujer vestida del Sol, que tiene la misión de formar su ejército para los momentos decisivos de la batalla. Estos son los tiempos de mi gran Luz. Éstos son los tiempos de la oración y de la penitencia. Os invito también hoy a orar especialmente por la conversión de los pobres pecadores, de los ateos y de los alejados. Rezad siempre el Santo Rosario. Ofreced oraciones y sacrificios por la salvación de las almas, porque, os repito, también hoy, que muchos van al infierno porque no hay quien ore y se sacrifique por ellos. Éstos son los tiempos de la Conversión y del retomo al Señor. Como Madre, os tomo de la mano y os conduzco por el camino del bien, del amor y de la santidad. Os obtengo la gracia del arrepentimiento para que podáis vivir alejados del pecado, del mal y del egoísmo. Cada día se hace mayor el número de mis hijos que renuncian al pecado para caminar por la senda de la Gracia de Dios. Que se observe y practique cada vez más la Ley del Señor. Y entonces, muchos de vuestros hermanos os seguirán por la vía del retomo al Señor y de la salvación. Estos son los tiempos de mi paz. Doy el don de mi paz a los hijos que me escuchan y se consagran a mi Corazón Inmaculado. Os conduzco a vivir en la paz del corazón y del alma. Os hago permanecer en la serenidad, incluso en medio de las mayores perturbaciones. Experimentáis mi materna presencia, sobre todo en los momentos de peligro y de la prueba. Os marco con mi sello para que podáis difundir por doquier la luz de la fe, de la santidad y del amor en estos días de densa oscuridad. Éstos son los tiempos de la gran misericordia. El Corazón de Jesús está a punto de derramar los torrentes de su Amor divino y misericordioso. Ha llegado para el mundo la hora de la gran misericordia. Descenderá como rocío sobre cada herida; abrirá los corazones más endurecidos; purificará las almas inmersas en el pecado; conducirá a los pecadores a la conversión y concederá a todos la gracia de una completa renovación. En este día del Año Mariano, a Mí consagrado, os invito a que todos os dejéis penetrar de mi Luz inmaculada, para que os podáis convertir, vosotros mismos, en mis rayos, que iluminan la tierra, sumergida en las más profundas tinieblas, con el sol de la pureza y del amor.»