Mensaje del 12 de noviembre de 1988 en Dongo (Italia)
San Josafat, mártir
Seréis perseguidos.
«Hijos predilectos, porque ésta es vuestra hora, estáis llamados a sufrir cada vez más. Jesús os invita a seguirlo por la senda del Calvario. Veo qué grande es la Cruz que hoy debéis llevar y estoy al lado de cada uno de vosotros con mi ternura de Madre. — No permitáis que el desconsuelo se apodere de vosotros. Con frecuencia mi Adversario os hiere, sirviéndose de personas buenas, a quienes vosotros de muchas maneras habéis beneficiado. A veces hasta se sirve de vuestros mismos hermanos. Han llegado los tiempos, que Yo misma os predije, en que los Sacerdotes que me veneran, me escuchan y me siguen, son mofados, vilipendiados y combatidos por otros Sacerdotes que, no obstante, son también hijos de mi materna predilección. Se os llama, pues, a entrar en el huerto de Getsemaní, con vuestro hermano Jesús, que quiere revivir en vosotros las dolorosas horas de su interior agonía. Saboread también vosotros la amargura de su cáliz, y repetid junto a Él con filial abandono: “Padre, hágase tu Voluntad, no la mía”. Preparaos a experimentar el indecible sufrimiento de ser abandonados por los más fieles, escarnecidos por los hermanos, marginados por los Superiores, combatidos por los amigos, perseguidos por los que se han comprometido con el mundo y se han asociado al ejército secreto de la Masonería. — No permitáis que se apodere de vosotros el desaliento. Estos son los tiempos de la valentía y del testimonio. Vuestra voz debe proclamar, de manera cada vez más fuerte, la Palabra del Evangelio y todas las verdades de la fe católica. Debéis desenmascarar cualquier error, superar las solapadas insidias, rechazar toda componenda con el espíritu del mundo, dar a todos el ejemplo de vuestra fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Han llegado los tiempos en que Jesús Crucificado debe ser amado y glorificado por vosotros. Llevadlo siempre con vosotros y mostradlo a todos como el solo Salvador y Redentor. También para vuestra perversa generación no hay otra posibilidad de salvación si no es en Jesucristo, y Éste, Crucificado. — No permitáis que se apodere de vosotros el miedo. Ha llegado el tiempo de vuestra inmolación. Seréis perseguidos. Aun los que os obstaculizan, los que os calumnian, los que os desprecian, los que os marginan, los que os persiguen creerán que hacen algo agradable al Padre Celeste e incluso a Mí, vuestra Madre Inmaculada. Esto forma parte del tiempo tenebroso en que vivís. Porque ahora entráis en la fase más dolorosa y tenebrosa de la purificación y pronto la Iglesia será sacudida por una terrible persecución, nueva, como hasta ahora nunca la ha conocido. Vivid en la oración. Vivid en la confianza. Vivid la hora preciosa de vuestra sacerdotal inmolación Conmigo, vuestra tierna Madre, que os he recogido a todos en el jardín de mi Corazón Inmaculado, para ofreceros al Padre Celeste como víctimas agradables a Él para la salvación del mundo.»