Mensaje del 11 de junio de 1988 en Monasterio de le Bouveret (Valiese, Suiza)
Fiesta del Corazón Inmaculado de María
La gran Apostasia.
«En la fiesta de mi Corazón Inmaculado de este Año Mariano, a Mí consagrado, hijos predilectos, os llamo a todos a entrar en el celeste jardín, que he construido para vosotros en estos dolorosos y sangrientos momentos de la purificación. Fia llegado la hora de la gran apostasia. Se está realizando cuanto profetizó la Divina Escritura en la segunda carta de San Pablo a los Tesalonicenses. Satanás, mi Adversario, con engaño y por medio de su astuta seducción, ha conseguido difundir por doquier los errores, bajo el señuelo de nuevas y más actualizadas interpretaciones de la verdad, y llevar a muchos a elegir conscientemente y a vivir en pecado mortal, con la falsa convicción de que eso ya no es un mal, que por el contrario, es un valor y un bien. Han llegado los tiempos de la general confusión y de la mayor turbación de los espíritus. La confusión ha penetrado en las almas y en la vida de muchos hijos míos. Esta gran apostasía se difunde cada vez más, incluso, en el interior de la misma Iglesia Católica. Se enseñan y se difunden los errores, mientras se niegan con toda facilidad las verdades fundamentales de la fe, que el auténtico Magisterio de la Iglesia ha enseñado siempre y defendido enérgicamente contra cualquier herética desviación. Los Obispados mantienen un extraño silencio y ya no reaccionan. Cuando mi Papa habla con valor, y reafirma con fuerza la Verdad de la fe católica, ya no se le escucha, antes bien, públicamente se le critica y se le escarnece. Hay una sutil y diabólica táctica, entretejida secretamente por la Masonería, que se emplea hoy en la confrontación con el Santo Padre, para poner en ridículo su Persona y su obra y para inutilizar su Magisterio. Víctimas de la gran apostasía son mis hijos que, con frecuencia, inconscientemente, se dejan arrastrar por esta oleada de errores y de mal. Víctimas de la gran apostasía son muchos Obispos, Sacerdotes, Religiosos y Fieles. En estos tiempos, permanecerá en la Iglesia católica un pequeño resto, que será fiel a Cristo, al Evangelio y a toda su Verdad. El pequeño resto, formará un pequeño rebaño, custodiado todo él en lo profundo de mi Corazón Inmaculado. Este pequeño rebaño estará formado por aquellos Obispos, Sacerdotes, Religiosos y fieles que permanecerán fuertemente unidos al Papa, todos recogidos en el Cenáculo de mi Corazón Inmaculado en acto de incesante oración, en perenne inmolación, en total oblación para preparar la vía dolorosa a la segunda y gloriosa venida de mi Hijo Jesús. En esta fiesta mía del Año Mariano, dirijo a todos los que quieran formar parte del pequeño rebaño, mi materna invitación a consagrarse a mi Corazón, a vivir en intimidad de vida Conmigo, a convertirse en mis valientes apóstoles en estos últimos tiempos, porque ha llegado el momento en que mi Corazón Inmaculado debe ser glorificado ante la Iglesia y ante la humanidad entera.»