Mensaje del 1 de enero de 1988 en Dongo (Italia)
F iesta d e M a ría Santísim a, M adre d e D io s
Iluminad la Tierra.
«Mirad hoy a vuestra Madre Celeste e invocadla todos para obtener el gran don de la paz. Comenzad este nuevo año con la solemnidad de mi divina Maternidad, año que ha sido dedicado a una especial veneración mía porque me ha sido consagrado. Quiero revelaros hoy un profundo deseo de mi Corazón Inmaculado, hijitos míos, que, con vuestra consagración os habéis entregado completamente a Mí. —Ante todo os confío mi profunda amargura al ver cómo hasta ahora, para muchos hijos de la Iglesia, este Año mariano ha transcurrido en la mayor indiferencia. Mientras que estoy profundamente agradecida a mi Papa Juan Pablo II por el modo con que recuerda a todos el don de este año consagrado a Mí, debo expresar también mi sufrimiento interior respecto a la actitud de completa indiferencia mantenida por parte de muchos Obispos, Sacerdotes, Religiosos y fieles. Cuántas diócesis no han hecho aún nada de cuanto ha sido establecido para vivir bien este año consagrado a Mí, favoreciendo las prácticas de piedad hacia Mí, el encuentro en mis Santuarios, en donde es posible lograr la especial indulgencia jubilar. Mi Adversario, que en estos días se ha desencadenado con particular violencia, hace todo lo posible para impedir que este año lleve a una general renovación de devoción y de oración hacia Mí. Las fuerzas del ateísmo y de la Masonería, que se han in-troducido hasta los vértices de la Iglesia, se han coaligado para boicotear, de manera solapada y escondida, este Año Mariano. 694Un velo de tinieblas se ha extendido sobre la Iglesia y la palabra de mi Papa cae cada vez más en un inmenso desierto. —Luego, confío mi materno querer a vosotros, que sois mis hijos dóciles y obedientes, porque escucháis mi voz y formáis parte de mi ejército victorioso. Os pido que reparéis la indiferencia y tan gran falta de correspondencia de parte de muchos hijos míos, viviendo con mayor generosidad y con particular empeño la segunda mitad de este Año Mariano. Os pido que respondáis a mi renovada petición de consagración. Haced con frecuencia y, sobre todo, vivid la consagración a mi Corazón Inmaculado. Llevad el mayor número posible de Sacerdotes, religiosos y fieles a hacer esta consagración querida por Mí y repetidamente pedida, también en vuestros días. Multiplicad vuestros Cenáculos de oración. Orad más; orad Conmigo; orad recitando el Santo Rosario. Deseo que las familias cristianas se consagren a mi Corazón Inmaculado y se conviertan en Cenáculos de oración, de amor y de vida Conmigo. Los Sacerdotes de mi Movimiento recojan a los fieles a ellos confiados en Cenáculos de oración, porque, durante este año, me es necesaria una gran fuerza de intercesión y de reparación para llevar a cabo el designio que la Santísima Trinidad ha confiado a mi Corazón Inmaculado. — Finalmente os prometo acoger vuestro filial homenaje y bendecir este tiempo que me ha sido confiado. Durante este año sentiréis que mi presencia se hace más fuerte y extraordinaria. Comenzarán a cumplirse los grandes acontecimientos, para los que os he venido preparando. Por esto hoy os invito a dejaros penetrar por el misterio de mi maternidad divina y universal. Avanzad con confianza y esperanza. Vuestra Madre Celeste os lleva a vivir dentro del corazón de la vida de Dios y os hace instrumentos de su paz. Así estaréis dispuestos a la misión que os confío: Id e iluminad la tierra en estos días de densa oscuridad. Entonces, por medio de vosotros, el gran arco iris de la reconciliación de la humanidad con Dios podrá surgir para envolver con nueva Luz a todo el mundo.»