Mensaje del 8 de septiembre de 1987 en Tokyo (Japón)
Natividad de Santa María Virgen. Ejercicios Espirituales,
bajo la forma de Cenáculo, con los Sacerdotes del M.S.M. del Japón
Las grandes Maravillas del Señor.
«En este año a Mí consagrado, hijos predilectos, os invito a recogeros a todos en tomo a la cuna de vuestra Madre Niña. Aprended de Mí la humildad y la pequeñez, la docilidad y la mansedumbre, la obediencia y el silencio. El Señor obra sólo por medio de la pequeñez y de la debilidad. El levanta a los pobres del polvo y conduce a los pequeños por el camino de su gloria. La Misericordia del Señor se manifiesta sólo por medio de la pobreza y de la miseria. A los hambrientos los colma de bienes, da la salud a los enfermos, salvación a los perdidos, confianza a los desesperados, gracia a los pecadores. La Potencia del Señor obra sólo por medio de la humildad y de la docilidad. El exalta a los humildes, da vigor a los débiles, conduce por la senda de su amor a los oprimidos y pisoteados, mira con ojos de predilección a los marginados y perseguidos. Cantad hoy Conmigo las grandes maravillas del Señor. Ensalzad el misterio de su divina Misericordia. Está para cumplirse el mayor milagro del Amor misericordioso de Jesús, por medio del triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. A partir de este año comenzaré a realizar este triunfo de manera cada vez más fuerte y extraordinaria. La Iglesia y la humanidad mirarán con gozo el cumplimiento de mi designio materno. Para su realización me sirvo de vosotros, Sacerdotes y fieles consagrados a mi Corazón Inmaculado. Por esto, mi pequeño niño, te he traído una vez más a estos Países tan lejanos para que repitas mi anuncio hasta los últimos confines de la tierra. Soy la Aurora que surge. Soy vuestra Madre Niña. Soy la pequeña esclava del Señor. Mi tiempo ha llegado. Ahora se os llama a ver las grandes maravillas del Señor con el triunfo de mi Corazón Inmaculado. Por esto os invito hoy a recogeros todos en tomo a la cuna, donde se ha depositado a vuestra Madre Celeste recién nacida, para ofreceros a Mí como homenaje de amor, de humildad, de pureza y de oración. Os bendigo con amor “y alegría”.»