Mensaje del 31 de diciembre de 1987 en Dongo (Italia)
U ltim a noche d e l año
La gran tribulación.
«En mi Corazón Inmaculado, en acto de incesante oración, pasad Conmigo las últimas horas de este año, que está ya a punto de terminar. Es un año importante y particularmente bendecido por mi Corazón Inmaculado porque me ha sido solemnemente y oficialmente consagrado por mi Papa. Estáis ya en la mitad de este año mariano. Habéis entrado en mi tiempo. Estáis bajo el signo de los grandes acontecimientos, que os han sido predichos. Sabed leer y meditar todo lo que en la divina Escritura se os ha descrito claramente para ayudaros a comprender los tiempos que estáis viviendo. Con mi voz materna os guío a todos para que comprendáis los signos de la gran tribulación. En los Evangelios, en las cartas de los Apóstoles, en el Libro del Apocalipsis os han sido claramente descritos indicios seguros para haceros comprender cuál es el período de la gran tribulación. Todos estos signos se están realizando en este vuestro tiempo. —Ante todo una gran apostasía se está difundiendo en todas partes de la Iglesia por la falta de fe, que se propaga incluso entre sus mismos Pastores. Satanás ha logrado difundir por doquier la gran apostasía, por medio de su solapada obra de seducción, que ha llevado a muchos a alejarse de la Verdad del Evangelio para seguir las fábulas de las nuevas teorías teológicas, y complacerse en el mal y en el pecado, buscado, incluso, como un bien. —Luego, en vuestro tiempo, se multiplican los trastornos de orden natural, como terremotos, sequías, inundaciones, desastres que causan la muerte imprevista a millares de personas, seguidas de epidemias y males incurables que se propagan por doquier. —Además vuestros días están marcados por continuos rumores de guerras, que se multiplican y siegan cada día innumerables víctimas. Crecen las discordias y las disensiones en el interior de las naciones; se propagan las revoluciones y las luchas entre los diversos pueblos; continúan extendiéndose guerras sangrientas, no obstante los esfuerzos que se hacen para lograr la paz. —Finalmente, en vuestro tiempo acontecen grandes signos en el sol, la luna y las estrellas. El milagro del sol, acontecido en Fátima, fue un signo, que os di para advertiros que ya han llegado los tiempos de estos extraordinarios fenómenos que se suceden en el cielo. Y cuántas veces, durante mis actuales apariciones, vosotros mismos habéis podido contemplar los grandes prodigios que se realizan en el sol. Como las yemas o brotes que despuntan en los árboles, os dicen que ya ha llegado la primavera, así también estos grandes signos que se realizan en vuestro tiempo os dicen que ya ha llegado a vosotros la gran tribulación, que os prepara para la nueva era, que os he prometido con el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. He aquí la razón por la que me ha sido consagrado vuestro tiempo con un especial año mariano en mi honor. Porque la Santísima Trinidad ha confiado al Corazón Inmaculado de vuestra Madre Celeste, la misión de preparar a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir con confianza la hora de la gran tribulación que os prepara al retomo glorioso de Cristo.»