Mensaje del 2 De junio de 1987 en Seattle (Washinton – U.S.A.)
¡Cuánto sufrimiento causa a su divino Corazón!
«Con qué alegría acojo el Cenáculo que celebras hoy aquí en la Catedral con mis hijos predilectos, y con un gran número de mis hijos, que han venido hasta de los más apartados lugares de este Estado. Recibo el homenaje de vuestro amor y de vuestra reparación. Todavía se escarnece, se flagela a Jesús, y se le hiere en su Cuerpo Místico. /Cuánto hace sufrir a su Divino Corazón, la actitud permisiva de muchos Sacerdotes y de algunos Obispos, que justifican hasta los más graves actos de impureza! Precisamente aquí, en este mismo santo lugar, el Corazón de Jesús ha sido escarnecido, herido y ultrajado, al haber acogido a muchos pobres hijos míos, consumidos por este horrible vicio, y haberlos animado públicamente a proseguir por la senda del pecado impuro contra natura. Los actos impuros contra natura, son pecados que claman venganza en la presencia de Dios. Estos pecados atraen, sobre vosotros, y sobre vuestras naciones, las llamas de la Justicia de Dios. Ha llegado el tiempo de proclamar a todos, con claridad y valentía, que el sexto mandamiento, dado a Moisés: “no cometerás actos impuros”, tiene aún hoy, todo su valor y debe ser observado también por esta generación corrompida y pervertida. Todo Pastor que, de cualquier modo, justificase estos pecados, atrae sobre su persona y sobre su vida el fuego ardiente de la divina justicia. La copa de la iniquidad está al presente colmada, repleta y rebosa por todas partes. Entonces os invito a multiplicar vuestros Cenáculos de oración y a ofrecerme vuestras vidas, perfumadas con la virtud de la pureza, como una potente fuerza de súplica y de reparación. Yo os prometo que los cielos, ya están a punto de abrirse sobre este pobre mundo corrompido, para que descienda la ardiente rociada de la divina justicia y de la misericordia, para que se pueda convertir en un nuevo jardín de luz, de pureza y de santidad.»