Mensaje del 17 de abril de 1987 en Dongo (Italia)
Viernes Santo
Sobre el Calvario de este siglo.
«Subid Conmigo, hijos predilectos, al Calvario de este siglo y vivid con vuestra Madre Dolorosa los sangrientos momentos de la Pasión, la Crucifixión y la Muerte de mi Hijo Jesús. Participad también vosotros en su padecer. Revivid en vuestra alma sus dolores: la traición, la negación, el juicio y la condena por parte del tribunal religioso. Aquí, su continua marginación alcanza el vértice más doloroso, en su rechazo oficial, hasta en su condena a muerte. Seguid a Jesús cuando es conducido al proceso ante Pilatos, y es ultrajado, vilipendiado, flagelado, coronado de espinas, conducido al patíbulo y crucificado. Revivid Conmigo estos momentos, que están ahora fuera del tiempo, porque pertenecen a un divino y eterno designio de amor. Subid Conmigo al Calvario de este vuestro siglo, para comprender cómo todavía hoy se repite su Pasión. Sobre el Calvario de este siglo Jesús es todavía abandonado por todos aquellos que se rebelan contra Dios y repiten las inicuas palabras de su rechazo: —No queremos que Éste reine sobre nosotros! ¡Cuán grande es hoy la marea de la negación de Dios! ¡Cuán innumerable es la muchedumbre de aquellos que desean vivir prescindiendo de Él! Sobre el Calvario de este siglo Jesús es traicionado de nuevo por aquellos que no son fieles a las promesas de su bautismo. Se dejan guiar por Satanás y se convierten en víctimas de todas sus fáciles seducciones. De este modo andan por los caminos del mal, del placer, del egoísmo, de la soberbia, del odio y de la impiedad. Jesús es traicionado también en la Iglesia por aquellos sus pastores que se alejan de la verdadera fe y de la verdad del Evangelio, y arrastran un gran número de almas por la senda de la infidelidad. Sobre el calvario de este siglo, Jesús es negado de nuevo por muchos de sus discípulos, que no tienen la valentía de confesarlo delante de todos y que, por miedo de no ser considerados o estimados y en el temor de ser ridiculizados y marginados, repiten continuamente: — ¡No conozco a ese Hombre! Jesús es flagelado en su Cuerpo por la propagación de los pecados de impureza, por esta oleada de fango que todo lo sumerge, y por tantas ofensas cometidas contra la dignidad de la persona humana. Jesús es todavía coronado de espinas por los errores que se difunden y por la pérdida de la verdadera fe por parte de muchos. Sobre el calvario de este siglo, Jesús es crucificado continuamente y asesinado en los millones de niños inocentes que son arrebatados a la vida todavía en el seno de sus madres, y en todas las víctimas del odio, de la violencia y de las guerras. Jesús es crucificado en los pobres, en los explotados, en los débiles, en los oprimidos y en los perseguidos. Jesús es todavía golpeado en los pequeños, en los marginados, en los abandonados, en los enfermos y en los moribundos. Sobre el calvario de este vuestro siglo, indiferente y cruel, Jesús repite todavía su sangrienta pasión. Pero al pie de la cruz de este siglo está siempre vuestra Madre Dolorosa. Como Juan, permaneced junto a Mí, también todos vosotros mis hijos predilectos. Recibamos en nuestros brazos a Jesús que en el Calvario es bajado de la Cruz, y rodeémosle de amor y de tierna piedad. Depositémoslo en el sepulcro vacío, excavado en la dura y gélida roca de este siglo vuestro, marcado por el triunfo de Satanás y de su tenebroso reino de odio y de muerte. Y velemos en la oración, en la esperanza y en la espera. Velad siempre Conmigo, vuestra Madre afligida, que en la noche profunda de este siglo mantiene todavía encendida la luz de la confianza y de la certeza en su glorioso retomo.»