Mensaje del 13 de agosto de 1987 en Dongo (Italia)
El Papa de mi luz.
«Hijos predilectos, hoy os llamo a todos a formar una fuerte barrera de oración y de defensa en tomo a mi Papa. El Papa, Juan Pablo II, es el mayor don que mi Corazón Inmaculado ha obtenido del Corazón de Jesús para estos tiempos de la dolorosa purificación. Es mi Papa. Ha sido formado por Mí. En todo momento es conducido por Mí por el camino de su consagración personal a vuestra Madre Celeste, recorrido por Él con docilidad, con filial abandono y con gran confianza. Él forma parte importante de mi designio. Es el Papa de mi luz, que en estos años ha logrado difundir en la Iglesia y en todas las partes de esta humanidad tan amenazada. Yo misma le conduzco por todos los caminos del mundo. Él me sigue con la docilidad de un niño, con la valentía de un apóstol, con el sacrificio de un mártir, con el abandono de un hijo. Este Papa es la obra maestra de mi predilección, y tiene la gran misión de dar a todos el carisma de mi ternura materna. Ahora lo miro con preocupada ansiedad de Madre, mientras una profunda angustia atenaza mi Corazón Inmaculado. ¡Cuántos peligros le circundan; qué fuertes son las asechanzas que mi Adversario le tiende en su camino! Los que atentan contra su vida están a punto de llevar a cabo su tenebroso plan. Ya está cercana para Él la hora del Calvario y de su personal inmolación. Entonces, mis predilectos e hijos a Mí consagrados, sed vosotros su gran corona de gozo con vuestro filial afecto, con vuestra incesante oración, con vuestro sufrimiento, aceptado y ofrecido, con vuestra unidad vivida y testimoniada. Ayudadlo a llevar una Cruz tan pesada con vuestra sacerdotal fidelidad. Con vuestra amorosa presencia sostenedlo en su dolorosa subida al Calvario. Y con vuestro filial afecto estad todos bajo su Cruz, como Juan junto a vuestra Madre Celeste, para vivir con Él la hora de su sacrificio.»