Mensaje del 8 de mayo de 1986 en Merine – Lecce
Madre de la Gracia y de la Misericordia.
Soy la madre de la Gracia Divina.
Soy la Madre del Divino Amor.
Soy la fuente de la Misericordia.
Hijos predilectos, seguid el camino que os he trazado en estos años, si queréis secundar mi designio maternal para la salvación de todos mis hijos, particularmente de mis pobres hijos pecadores. Sed vosotros mis manos, que distribuyen copiosas gracias a todos los que se encuentran en cualquier necesidad. En estos tiempos quiero manifestarme por medio de vosotros. Yo deseo distribuir mis gracias a través de vuestras manos sacerdotales, que deben abrirse siempre para ayudar y confortar a todos. Derramad bálsamo sobre tantas heridas dolorosas; llevad socorro al que se encuentra en la pobreza y el abandono; ayudad a los que sufren, a los marginados, a los pequeños, a los oprimidos, ayudad a los perseguidos a caminar por la senda de la confianza y de la esperanza. Sed vosotros las manos de vuestra madre Celestial, ¡que siempre se abren para derramar la plenitud de la gracia sobre todos sus hijos! Sed vosotros mi Corazón, que se abre para dar su amor maternal. Amad con los mismos latidos de mi Corazón Inmaculado. Os habéis consagrado a Mí para que Yo pueda formaros en la perfección del amor. Sed delicados y sensibles, puros y humildes de corazón. Sed vosotros la ayuda que Yo quiero dar hoy a todos los que tienen necesidad de amor para ser salvados. Amad a los alejados y a los ateos; amad incluso a los que os persiguen y os rechazan; amad a todos sin distinción alguna de lengua, de raza o de religión. Así cada uno de vosotros será como un latido de mi Corazón Inmaculado, que desciende a todos para confortarlos con la seguridad de mi amor de Madre. Sed vosotros los instrumentos de mi misericordia. Hoy la humanidad tiene mucha necesidad de la divina misericordia. Sólo por la misericordia puede ser toda ella renovada y salvada. Ella está enferma, porque obstinadamente rechaza a Dios y no puede seguir el camino de la salvación por Él trazado. Está gravemente enferma, porque se ha hecho incapaz de amar. El mundo se ha reducido a un inmenso desierto de amor; en él florecen las malas hierbas del odio, de la división, del pecado, del egoísmo desenfrenado, de la impureza, de la violencia y de la guerra. Sólo un gran milagro de la divina misericordia podrá salvar a esta humanidad descarriada y moribunda, que ha llegado ya al fondo de su extrema miseria. He aquí por qué en estos tiempos el mundo entero ha sido confiado al Corazón Inmaculado de vuestra Madre Celestial. Sed vosotros, oh Sacerdotes a Mí consagrados, los instrumentos de mi maternal misericordia. Entonces haréis brotar en todas partes nuevos retoños de vida y de santidad, de pureza y amor. Así contribuiréis a construir Conmigo, cada día, cielos nuevos y nueva tierra, como el fruto más bello de la plenitud de gracia y de misericordia que siempre os otorga el Corazón Inmaculado de vuestra Madre Celestial.»