Mensaje del 6 de septiembre de 1986 en Dongo (Como)
Aniversario del Milagro de las
Lágrimas y Primer sábado de mes
Mi Corazón sangra.
«Soy vuestra Madre tan dolorida. Todavía hoy descienden de mis ojos misericordiosos lágrimas copiosas. Con ellas quiero haceros comprender cuán grande es el dolor del Corazón Inmaculado de vuestra Madre Celestial. Mi Corazón sangra. Mi Corazón está traspasado por heridas profundas. Mi Corazón está inmerso en un mar de dolor. Vivís inconscientes de la suerte que os espera. Transcurrís vuestros días en un estado de inconsciencia, de indiferencia y de completa incredulidad. ¿Cómo es posible esto cuando Yo, de tantos modos y con signos extraordinarios, os he advertido del peligro que corréis y os he predicho la prueba sangrienta, que está próxima? —Ya que esta humanidad no ha acogido mi repetida invitación a la conversión, al arrepentimiento, al retorno a Dios, sobre ella está para abatirse el mayor castigo, que jamás haya conocido la historia humana. Es un castigo mucho mayor que el del diluvio. Descenderá fuego del cielo y gran parte de la humanidad será destruida. —La Iglesia de Jesús está llagada por el contagio maléfico de la infidelidad y de la apostasía. En apariencia todo permanece tranquilo y parece que todo va bien. En realidad está invadida por una falta de fe, que crece de día en día, extendiendo a todas partes la gran apostasía. Muchos Obispos, Sacerdotes, Religiosos y Fieles no creen ya, han perdido ya la verdadera fe en Jesús y en su Evangelio. Por lo cual la Iglesia debe ser purificada con la persecución y con la sangre. En la Iglesia ha entrado también la desunión, la división, la lucha, el antagonismo. Las fuerzas del ateísmo y de la masonería, infiltrada en su interior, han logrado romper su unidad interna y oscurecer el esplendor de su santidad. Éstos son los tiempos, por Mí predichos, en que Cardenales se oponen a Cardenales, Obispos a Obispos, Sacerdotes a Sacerdotes y la grey de Cristo es dilacerada por lobos rapaces, que se han introducido bajo pieles de inofensivos y mansos corderos. Entre ellos figuran algunos que ocupan puestos de gran responsabilidad y por su medio ha logrado Satanás penetrar y actuar en el vértice mismo de la Iglesia. ¡Obispos y Sacerdotes de la Santa Iglesia de Dios, cuán grande es hoy vuestra responsabilidad! El Señor está a punto de exigiros cuentas de cómo habéis administrado su viña. Arrepentios, implorad perdón, reparad y, sobre todo, volved a ser fieles al ministerio que os fue confiado. El pecado se comete más cada día, no se reconoce ya como un mal, es buscado, conscientemente querido y ya no es confesado. La impureza y la impudicia recubren las casas construidas por vuestra rebeldía. Por esto mi Corazón sangra: por la obstinada incredulidad y la dureza de vuestros corazones. Mi Corazón sangra, al veros tan cerrados e insensibles a mi angustiada llamada materna. Mi Corazón sangra, porque veo vuestros caminos ya ensangrentados, mientras vivís en una obstinada inconsciencia de lo que os aguarda.»