Mensaje del 29 de septiembre de 1986 en Nápoles
Fiesta de los Arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel
Con vosotros en el combate.
«Combatid, hijos predilectos, mis apóstoles, en estos últimos tiempos. Ésta es la hora de mi batalla. Ésta es la hora de mi gran victoria. Con vosotros en el combate están también los Angeles del Señor que, a mis órdenes, cumplen la misión que Yo les he confiado. Todos los Espíritus Celestiales son seres luminosos y poderosos y se hallan muy cerca de Dios, a quien aman, sirven, defienden y glorifican. En la Luz de la Santísima Trinidad, Ellos ven todas las insidias peligrosas y engañosas que os tienden los malos Espíritus, que luchan contra Dios y contra su real dominio. Ésta es una batalla terrible, que se libra sobre todo a nivel de espíritus: los buenos contra los malos: los Angeles contra los demonios. Vosotros estáis también comprometidos en esta gran lucha y por esto debéis confiaros siempre a su segura protección e invocar a menudo, con la oración, su poderosa ayuda. Todos los Espíritus Celestiales conocen mi designio, saben la hora de mi triunfo, ven como el ataque del infierno, en estos tiempos vuestros, se hace potente, continuo y universal. Satanás ha logrado establecer su Reino en el mundo y se siente ya seguro vencedor. Pero está cercano el momento de su grande y definitiva derrota. Por esto la batalla es cada día más áspera y terrible y también vosotros, con los Ángeles del Señor, estáis llamados al combate. Las armas usadas por los demonios son las del mal, del pecado, del odio, de la impureza, de la soberbia y de la rebelión contra Dios. Las armas esgrimidas por los Espíritus Celestiales, que están junto a vosotros en el combate, son las del bien, de la gracia divina, del amor, de la pureza, de la humildad y de la dócil sumisión a la Voluntad del Señor. Los Espíritus Celestiales tienen también el encargo de fortaleceros, de curaros de las heridas, de defenderos de las insidias de mi Adversario, de protegeros del mal y de conduciros por la via luminosa de mi Querer. El Arcángel Gabriel, enviado por Dios para recibir el Sí de vuestra Madre Celestial, tiene ahora el encargo de recibir vuestro Sí al Querer del Padre. Él os refuerza y os sostiene;os conduce por el camino del valor y del heroico testimonio a Jesús y a su Evangelio. El Arcángel Rafael repara vuestra debilidad, derrama bálsamo en toda herida dolorosa y os alivia el peso del cansancio y del desaliento para continuar en la lucha, con el escudo de la fe y con la coraza del amor y de la santidad. El Arcángel Miguel os defiende de todos los terribles ataques de Satanás, que se ha desencadenado particularmente contra vosotros, que formáis parte de mi ejército y os dejáis guiar dócilmente por vuestra Celestial Capitana. ¡Cuántas veces hubierais sido víctimas de los ataques de Satanás, si el Arcángel Miguel no hubiese intervenido para vuestra defensa y protección! Invocadlo a menudo, con la oración tan eficaz del exorcismo contra Satanás y los Ángeles rebeldes para que Él os guíe en esta lucha, de modo que cada uno de vosotros 616pueda cumplir la tarea que le ha sido confiada por la Madre Celestial. Unios, pues, en afectuosa y fraternal comunión de vida, de oración y de acción, a todos los Espíritus Celestiales, que están empeñados con vosotros en librar la misma batalla y en preparar la gran victoria de Dios en el Reino Glorioso de Cristo, que vendrá a vosotros con el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo.»