Mensaje del 24 de diciembre de 1986 en Dongo (Como)
Noche Santa
La cuna para Su glorioso retorno.
«Acoged mi invitación maternal a orar, a meditar mi palabra, a custodiarla en el corazón, a velar en vigilante espera. Es la Noche Santa. Pasadla Conmigo, hijos predilectos; vividla en lo profundo de mi Corazón Inmaculado. Así podéis penetrar el misterio de vuestra salvación, que se revela a los pobres, a los pequeños, a los sencillos, a los puros de corazón. Mi alma está inundada por una Luz Divina y mi persona está envuelta por un profundo sentido de paz y de bienaventuranza, mientras mi seno virginal se abre al don divino del Hijo. Alrededor de nosotros la noche es profunda; las puertas cerradas a nuestra demanda de hospitalidad; los corazones de los hombres, endurecidos por el egoísmo y por el odio; las mentes, obcecadas por el error; y tanto hielo sobre el mundo, incapacitado ya para amar. Más en la pobre Gruta una pequeña luz se enciende, en señal de vigilia y de esperanza; dos corazones humanos palpitan de amor para preparar la cuna en que reclinarán al Niño, recién nacido; mi castísimo esposo José se apresura a hacer más hospitalario el desapacible lugar, mientras la Madre Celestial queda absorta en profunda e intensa oración con el Padre. En este momento el Cielo se desposa a la tierra, florece el Vástago esperado desde siglos, nace el “Dios con nosotros”, el Salvador entra en su real dominio, el Redentor comienza a pagar el precio de nuestro rescate. Y la Paz desciende del Cielo con el canto de los Ángeles, la tierra se abre para recibir el rocío de la divina misericordia, mientras los corazones sencillos de los Pastores se abren a las Voces que anuncian el admirable evento: —Hoy ha nacido para vosotros un Salvador que es Cristo Señor. También ahora, todo se repite para su segunda Navidad. Como entonces, es su retomo en Gloria. La noche de la negación de Dios cubre ahora todo el mundo; el hielo de la rebelión a su ley de amor ha convertido a la humanidad en un inmenso desierto; el error ha cerrado las mentes a la compresión del mayor misterio de Amor; los corazones están endurecidos por el egoísmo y por el odio, que se difunden por todas partes. Las puertas siguen todavía obstinadamente cerradas al Señor que viene. Vosotros, predilectos, abrid de par en par los corazones a la felicidad y a la esperanza y, a imitación de vuestra Madre Celestial y de su castísimo esposo José, daos prisa en preparar el camino a Cristo que vuelve en gloria. Está ya a las puertas su segunda Navidad. Por tanto, abrid vuestras mentes a las Voces Celestiales que, de tantos modos y con tantas señales, os dicen que ya está cercano su retomo. Como el amor de mi Corazón Materno fue la cuna más preciosa para su primer Nacimiento, así ahora el triunfo de mi Corazón Inmaculado será la cuna para su glorioso retorno. En esta Noche Santa os recojo a todos para velar Conmigo al lado del pequeño Niño, que tiene tanta necesidad de amor. En esta Noche Santa os invito a abrir los corazones y las mentes para recibir el alegre anuncio de que está cercano su segunda Navidad.»