Mensaje del 15 de agosto de 1986 en Baños de Tivoli (Roma)
Asunción de María al Cielo
Daréis la Paz del Corazón.
«Mirad a vuestra Madre Celestial, asunta a la gloria del Paraíso también con su cuerpo. Hoy hago descender una lluvia de gracias sobre todos vosotros, hijos míos. La Luz de mi cuerpo glorioso os ilumina y os indica el camino que habéis de seguir. Es el de la pureza, del amor, de la oración, del sufrimiento, de la santidad. Es el de una vida íntimamente unida a Jesús. Así, también vosotros aunque vivís todavía en esta tierra, podéis ser iluminados y envueltos por la luz que resplandece aquí arriba en el Paraíso. La Luz de mi cuerpo glorioso resplandece para vosotros de forma cada vez más fuerte, especialmente en estos tiempos tan difíciles y dolorosos, para consolaros y para animaros en todas las dificultades cotidianas. Hoy sois llamados a vivir las horas sangrientas de la purificación porque están ya cercanos los grandes acontecimientos que Yo os he predicho en estos años. Por eso tenéis necesidad de mi consuelo maternal para no desanimaros. Mirad al Paraíso, a donde vuestra Madre Celestial ha sido asunta en cuerpo y alma, y Yo os consolaré. Vivid con alma y corazón en el Paraíso, donde Jesús os ha preparado ya un puesto a cada uno de vosotros, y así nada turbará vuestra paz. La luz de mi Cuerpo glorioso os atrae tras la estela de mi suavísimo perfume. Es el perfume de todas las virtudes, que han adornado el jardín de mi existencia terrenal; es el aroma celeste de toda mi inmaculada belleza. Hoy quiero rociaros a todos vosotros con el suave perfume de la pureza, de la humildad, de la sencillez, del silencio, de la oración, de la docilidad, de la obediencia, de la contemplación. Entonces también vosotros difundiréis el perfume de Cielo de vuestra Madre Inmaculada. Así daréis la paz del corazón a todos y seréis hoy instrumentos de mi paz. Porque sois vosotros los hijos predilectos de vuestra Madre, asunta a la gloria del Cielo, y que, en estos tiempos, desea ser invocada por todos como Reina de la Paz.»