Mensaje del 1 de enero de 1986 en Dongo (Como)
Fiesta de María Madre de Dios
Reina de la Paz.
«Mirad hoy a vuestra Madre Celeste. Es la fiesta de mi divina maternidad. Es, también, el primer día del nuevo año y la Iglesia os invita hoy a orar para obtener el gran don de la Paz. Yo soy la Reina de la Paz. El día de Navidad os di a Aquel que es vuestra paz, a mi hijo Jesús. Jesús os ha llevado a la paz con Dios, y así os ha abierto el camino de vuestra salvación y de la verdadera felicidad. Jesús os ha llevado a la paz con vosotros mismos, y asi os ha abierto el camino de la paz del corazón. La misma sólo puede nacer de vivir en la gracia divina, que Él os ha merecido con su nacimiento entre vosotros, con su vida y con su cruenta inmolación sobre la Cruz. Si vivís en la gracia de Dios, vivís en la paz del corazón. El egoísmo, el odio, la impureza, cualquier pecado os priva de la paz del corazón. Jesús os ha llevado a la paz con todos y os ha trazado la vía hacia la verdadera fraternidad. Debéis considerar verdaderamente a toda persona humana como un hermano vuestro. Os pido a todos que viváis en una verdadera comunión de fraternidad y de mutuo amor, sin distinción de raza, lengua o religión. Sois todos hijos de Dios redimidos por Jesús, confiados a mi espiritual maternidad, por tanto, debéis vivir todos como verdaderos hermanos entre vosotros. Sólo por el camino de una fraternidad verdaderamente vivida podrá llegar a vosotros la paz. Pero la paz está cada día más amenazada. Los hombres caminan por la senda de un vasto y obstinado rechazo de Dios; son víctimas del pecado y de la impureza; son incapaces de comprenderse y amarse, y de este modo los derechos humanos son pisoteados, los pobres y los hambrientos, son abandonados, aumentan las opresiones y las injusticias, la violencia estalla amenazadora y las guerras se extienden cada vez más. En este año os acechan graves amenazas contra la paz y grandes peligros de males. Por esto hoy, en la fiesta de mi divina maternidad, os invito a confiaros a Mí, que soy la Reina de la Paz. Convertios y tomad al Señor por la vía de la oración y de la penitencia, de la mortificación de los sentidos y del ayuno. El espacio de tiempo que Dios ha concedido a la humanidad para su conversión está casi agotado. Por esto os dirijo hoy, con dolorida y materna preocupación este mensaje. Escuchadlo y os salvaréis. Seguidlo y encontraréis la paz del corazón. Difundidlo por doquier y contribuiréis a preparar para todos, días, no de infortunio y aflicción, sino de esperanza y de paz.»