Mensaje del 8 de septiembre de 1985 en Fulda (Alemania)
Natividad de la Virgen María
La hora de vuestro público testimonio.
«Hijos predilectos, acoged hoy mi invitación a entrar en mi Corazón Inmaculado y a dejaros conducir por Mí. Todos los que acogen mi invitación y se consagran a mi Corazón forman parte de mi ejército victorioso. En este día, en la fiesta de mi nacimiento, os quiero en tomo a mi cuna como una corona perfumada de amor y de oración. Hoy os llamo a todos a un público y valiente testimonio. Mirad a vuestra Madre Celeste que nace “como aurora que surge, bella como la Luna”. ¿Qué oscurece hoy la vida de los hombres? Son las tinieblas de la rebelión contra Dios, de su obstinada y tan extendida negación. Debéis difundir por doquier el potente grito: ¡Dios existe! ¿Quién como Dios? La posibilidad de salvación para la humanidad se abre sólo con su retomo a Dios. Entonces debéis difundir con valentía mi materno reclamo a la conversión y al retomo al Señor por el camino de la oración y de la penitencia, de la caridad y del ayuno. Esto es aún, por poco tiempo, lo que se le concede a la humanidad como oportunidad favorable para su conversión. Mirad, soy vuestra Madre que nace “esplendorosa como el Sol”. ¿Qué ofusca hoy la belleza y esplendor de la Iglesia? Es el humo de los errores que Satanás ha introducido en ella. Se difunden cada día más y llevan a muchísimas almas a la pérdida de la fe. Causa de una tan vasta difusión de los errores y de la gran apostasía son los Pastores infieles. Callan cuando deberían hablar con valentía para condenar el error y defender la Verdad. No intervienen cuando deberían desenmascarar a los lobos rapaces, que se han introducido en la grey de Cristo disfrazados con piel de corderos. Son perros mudos que dejan despedazar el rebaño. Vosotros, por el contrario, debéis hablar con fuerza y con valentía para condenar el error y para difuntir sólo la Verdad. Ha llegado la hora de vuestro público y valiente testimonio. Ofusca también el esplendor de la Iglesia la profunda división que ha entrado en su interior y que de día en día se hace mayor. Debéis, entonces, testimoniar esta unidad con un fuerte compromiso de unión con el Papa y con los Obispos a El unidos. No sigáis a aquellos Obispos que se oponen al Papa. Sed acérrimos 568defensores del Papa y denunciad abiertamente a los que se oponen a su Magisterio y enseñan cosas contrarias al mismo. Mirad a vuestra Madre Celeste que nace “terrible como un ejército ordenado para la batalla”. ¿Qué es lo que hace inútil y vana vuestra fuerza y os detiene amedrentados frente al violento ataque de mi Adversario? Es la tolerancia del pecado, que os aleja de la vida de mi hijo Jesús. Es el gran abandono de la oración, que os comunica su misma fuerza. Sed, entonces, hoy valientes testigos contra el pecado. Que por medio de vosotros vuelva a resplandecer en la Iglesia el gran don que Jesús os hizo con el sacramento de la reconciliación. Volved a confesaros con frecuencia y orad más. Orad conmigo; orad con el Santo Rosario. Lo que el Papa dijo en este lugar (Fulda) corresponde a la verdad. Estáis ya muy cercanos al gran castigo; entonces os digo: entregaos a Mí, y recordad que vuestra arma más eficaz en estos terribles momentos es la del Santo Rosario. Formáis, pues, mi ejército, que en estos tiempo conduzco a su mayor victoria.»