Mensaje del 31 de diciembre de 1985 en Dongo (Italia)
Última noche del año
Vuestra oración Conmigo.
«Hijos predilectos, pasad Conmigo en oración las horas de esta última noche del año. i Cuántos hijos míos pasan estas horas en diversiones, en la disipación para saludar el nuevo año con jolgorio y alborozo! Vosotros, al contrario, elevad al Señor Conmigo una viva oración de agradecimiento. Su Amor misericordioso continúa hoy realizando un gran designio de salvación y misericordia, aun para los hombres tan descarriados y enfermos de vuestro tiempo. El pecado es vuestra verdadera enfermedad, que cada día contagia más a mis hijos, y los conduce a vivir en el egoísmo, en el odio, en la impureza, en el obstinado rechazo del Señor vuestro Dios, que os ha creado y os lleva por el camino de la verdadera felicidad. El Señor os suplica que retoméis de nuevo a El, y de muchas maneras, también durante este año, os ha dado muchas señales de su invitación a la conversión. Elevad al Señor Conmigo una fuerte oración de reparación. La iniquidad cubre toda la tierra como una gruesa capa de hielo, y ha secado el Corazón y el alma de muchos hijos míos. La copa de la divina Justicia está colmada y rebosa ya, y pide ser aplacada. Mientras el gran misterio de iniquidad está a punto de alcanzar su vértice más elevado, me vuelvo a vosotros, hijos míos, para invitaros a hacer Conmigo una gran cadena de reparación. Ofreced todas vuestras plegarias, vuestros sufrimientos de cualquier género, y unidlos cada día al sacrificio de mi hijo Jesús, que se renueva por doquier en reparación y remisión de todos los pecados del mundo. Me ayudaréis así a suspender aún el castigo, que esta humanidad, con su propia impía conducta de vida, se atrae ya sobre sí misma. Los nuevos tiempos están ya a la puerta. Soy la Madre que os conduce por el camino de la salvación y de la paz. En la oración, en el ayuno, en la mortificación, en la penitencia, disponeos a vivir Conmigo los nuevos días que os esperan, y que la Misericordia del Padre os prepara.»