Mensaje del 26 de mayo de 1985 en Caigan
Pentecostés
¡Ven, Espíritu de Amor!
«Hijos predilectos, que habéis entrado en el Cenáculo de mi Corazón Inmaculado, para dejaros formar por Mí en la gran misión que el Señor os ha confiado, pasad este día en incesante oración, dirigida al Padre y al Hijo, para que os conceda el don del Espíritu Santo. Sólo por esto, os invito a entrar en el Cenáculo de mi Corazón materno. Sólo por esto, invito hoy a toda la Iglesia a recogerse en el Cenáculo de mi Corazón Inmaculado en una continúa oración, hecha Conmigo y por medio de Mí. Sólo por esto, os recomiendo recogeros con frecuencia en vuestros Cenáculos, para darme una gran fuerza de oración, con la que pueda interceder junto a mi hijo Jesús, para que os obtenga pronto del padre el don de un nuevo y segundo Pentecostés para la Iglesia y para toda la humanidad. Ven, oh Espíritu de Amor y renueva la fa z de la Tierra; haz que toda ella vuelva a ser un nuevo jardín de gracia y de santidad, de justicia y amor, de comunión y de paz, de modo que la Stma. Trinidad se pueda reflejar aún, complacida y glorificada. Ven, oh Espíritu de Am or y renueva toda la Iglesia : llévala a la perfección de la caridad, de la unidad y de la santidad, para que sea hoy la luz más grande que a todos ilumina en la gran Aniebla que se ha difundido por todas partes. Ven, oh Espíritu de Sabiduría y Entendimiento, y abre la vía de los corazones a la comprensión de la Verdad entera. Con la ardiente fuerza de tu divino fuego erradica todo error, barre toda herejía, para que resplandezca a todos en toda su integridad la luz de la Verdad que Jesús ha revelado. Ven, oh Espíritu de Consejo y de Fortaleza, haznos esforzados testigos del Evangelio recibido. Sostén al que es perseguido; alienta al marginado; fortalece al prisionero; concede perseverancia al pisoteado y torturado; obtén la palma de la victoria, a quién, aún hoy, es conducido al martirio. Ven, oh Espíritu de Ciencia, de Piedad y de Temor de Dios, y renueva, con la linfa de tu divino Amor, la vida de todos los que han sido consagrados con el Bautismo, signados con tu sello en la Confirmación, de los que se han entregado al servicio de Dios, de los Obispos, de los Sacerdotes y Diáconos, para que todos correspondan a tu designio, que estás realizando en estos tiempos, de tu segundo Pentecostés, durante tanto tiempo invocado y esperado. Sólo entonces, la misión, que Yo misma he confiado a mi Movimiento Sacerdotal Mariano, se habrá cumplido. Sólo entonces, vendrá el triunfo de mi Corazón Inmaculado con el inicio de un tiempo en que todos podrán finalmente ver los nuevos cielos y la nueva tierra.»