Mensaje del 2 de mayo de 1985 en Pescara
Vuestra reparación.
«Caminad por la senda que os he trazado, sin dejaros apoderar por la desconfianza y el desaliento. Esta es la asechanza más peligrosa con que hoy mi Adversario trata de frenar la fuerza de mi ejército victorioso. Intenta de este modo sembrar entre vosotros la incomprensión y la división; os hace sentir el peso de las dificultades, que gravitan en el ejercicio de vuestro ministerio sacerdotal; acentúa la sensación de incomprensión y de marginación de que, algunas veces, os sentís rodeados. No os detengáis frente a estas asechanzas que Satanás os tiende, porque tiene miedo de mi ejército, que me he formado en todas las partes del mundo, con los pequeños que han escuchado mi invitación a consagrarse a mi Corazón Inmaculado. Responded con la mayor confianza y con vuestro filial abandono en Mí. Ofrecedme, con simplicidad de niños, todo lo que os sucede: gozos y dolores; pruebas interiores y padecimientos físicos; las numerosas heridas de vuestra alma, y todo lo que, de cualquier modo, es fuente de sufrimiento para vosotros. Responded con la oración que debéis intensificar y hacer incesante. Entonces, tenéis de Jesús la fuerza para resistir a todas las engañosas seducciones del Maligno; recibís del Espíritu Santo la luz de la Sabiduría, que os ilumina y os hace ver cada asechanza peligrosa tendida en vuestro camino; se os da la alegría, por parte del Padre, de un tierno y fiel abandono a su divina acción, que predispone, en vuestra vida, cada circunstancia con amor para cada uno de vosotros. En este mes de Mayo, a Mí consagrado, intensificad también vuestra filial reparación por el modo sacrilego y diabólico con que se representa públicamente la vida de vuestra Madre Celeste. Todo el Cielo tiembla de indignación ante el público y grave ultraje a la honra de vuestra Madre, y Jesús personalmente ha tomado a pecho la defensa de la Criatura por El más amada y glorificada. No pasará mucho tiempo sin que un gran castigo caiga sobre vuestra pobre Patria, tan amada y protegida por Mí, y que ha consentido públicamente este sacrilego ultraje a vuestra Madre Celeste. Mi Corazón sangra al ver que sólo mi primer hijo predilecto, mi Papa, ha querido protestar y reparar públicamente, y ha alzado su voz con un enérgico acto de condena. Pero ningún otro miembro de la Jerarquía ha tenido el coraje de hacerlo; antes bien, algunos Obispos y Sacerdotes han tenido la osadía de justificar públicamente este horrible sacrilegio. Por esto ha llegado ya para la Iglesia el tiempo de su mayor división, de la apostasía, que ha penetrado en su interior, y que la conducirá a vivir los momentos de su más grave crisis, de la persecución sangrienta y terrible. Os invito, pues, a reparar con incesantes actos de oración y penitencia, de confianza y filial abandono. Entonces, hijos míos predilectos, derramáis bálsamo de amor sobre las heridas abiertas y sangrantes de mi Corazón Inmaculado y tan Dolorido.»