Mensaje del 15 de agosto de 1985
Asunción de María al Cielo No temáis.
«Mirad hoy al Paraíso que os espera, hijos predilectos, si queréis caminar en la luz del gozo y la esperanza. En este día todo el ejército de los Angeles y los Santos, especialmente de vuestros hermanos que os han precedido y os aguardan, forman una gran corona de gloria en tomo al Cuerpo glorioso de vuestra Madre Celeste asunta al Cielo. De mi Corazón materno e inmaculado derramo sobre cada uno de vosotros una extraordinaria lluvia de gracias, para animaros, para consolaros, para ayudaros a caminar por la senda que os he trazado. Nunca como hoy el mundo en que vivís se ha convertido en un desierto, que produce frutos tan venenosos y perversos. Nunca como hoy mi Adversario procura, de todas las maneras, obstaculizaros, seduciros, golpearos. Nunca como hoy, Satanás, ejercitando el gran poder que se le ha concedido, lo intenta todo para arruinar mi plan y para destruir mi Obra de amor, que Yo misma estoy llevando a cabo en estos vuestros últimos tiempos. Por esto mi Adversario os atormenta de mil modos, pone asechanzas en vuestro camino, siembra incomprensiones y divisiones para llevaros al desaliento, os seduce con tentaciones de todo género para atemorizaros y deteneros. Éste es el tiempo en que sus ataques contra mi Movimiento son continuos y fuertes, y en que, sobre todo, pretende sembrar la confusión y la división entre los que Yo he escogido como Responsables de mi Obra. ¡No temáis! Os cubro con mi manto inmaculado y os protejo. Estoy siempre a vuestra vera y os conduzco por el camino que os he trazado. Permito sus asechanzas para purificaros, pero después intervengo personalmente para ayudaros a vencerle y a superarle. Con frecuencia me hago presente con mi cuerpo glorioso para daros señales de mi materna asistencia. Por esto me aparezco aún de manera continua, cotidiana y extraordinaria. La luz de mi materna presencia une así el mundo celeste con el terrestre en una perenne comunión de amor y de oración, para los terribles momentos que os esperan, en este conclusivo período de la gran purificación.»