Mensaje del 12 de noviembre de 1985 en Aucklan (Nueva Zelanda)
Mi camino.
«Desde esta tierra del Extremo Oriente, adonde te he traído para difundir mi materno mensaje y para reunir a mis hijos en el refugio de mi Corazón Inmaculado, llamo aún a toda la Iglesia y a toda la humanidad a seguir el camino trazado por vuestra Madre Celeste. Es el camino seguro, que os lleva al Dios de la salvación y de la paz. Caminando por él, experimentáis el amor del Padre, que os ama tanto y os guía, os prepara todo con su divina Providencia y os llama a una cada vez mayor felicidad. Dejaos conducir en cada momento por el amor del Padre, como niños que se entregan completamente a su divino Querer. Caminando por él, encontráis a la divina Persona de mi hijo Jesús, que con su cuerpo glorioso y su divinidad está siempre junto a cada uno de vosotros. El quiere ser vuestra alegría y vuestra paz. Quiere ser amado, seguido e imitado porcada uno de vosotros. El camino por el que os conduzco es el de la perfecta imitación de mi hijo Jesús. De este modo vivís la consagración de vuestro Bautismo, renunciáis al mundo y a sus seducciones, para caminar por la senda de la gracia divina, del amor y de la santidad. Caminando por él, cada día os transformaréis por la potente acción del Espíritu Santo, mi Esposo amadísimo, que os conduce a la perfección de vuestro testimonio. He establecido que el vuestro sea un testimonio doloroso. Se avecinan los tiempos de la purificación y de la prueba sangrienta. Es necesaria para la salvación de mis hijos y para purificar a la Iglesia de la llaga de la apostasía y de la infidelidad. Mi amor materno me empuja a abreviar los tiempos. En breve, comenzaréis a comprender todo lo que desde hace años os vengo comunicando. Entonces todos mis pequeños hijos que, de todas las partes del mundo, me han respondido con su “sí” y se han consagrado a Mí, se abrirán como flores perfumadas para anunciar la nueva primavera del triunfo de mi Corazón Inmaculado. A todos os bendigo con amor y alegría.»