Mensaje del 15 de agosto de 1984
Fiesta de la Asunción de María al Cielo
Caminad en la Luz.
«Desde el Paraíso, en el que entré también con el cuerpo, os miro hoy con mis ojos maternos y misericordiosos. Hago descender sobre vosotros los rayos de mi Luz inmaculada y, en la profunda tiniebla en que estáis cada vez más inmersos, os invito a caminar tras la estela luminosa, que parte de mi Corazón. Hijitos, caminad en la luz de vuestra Madre Celeste; dejaos transportar sobre la onda de su perfume de Paraíso. Caminad a la luz de la Fe. Éstos son los tiempos en los que mis hijos corren el grave peligro de alejarse de la verdadera Fe. Se difunden los errores; se escuchan y se siguen; se les hace propaganda y difusión, sobre todo, a través de la prensa, incluso la de carácter religioso. ¡Cuánta necesidad hay hoy de una prensa que difunda las verdades de la fe en su claridad y en toda su integridad! Es necesario, pues, vigilar, orar y permanecer firmemente fieles al Magisterio auténtico de la Iglesia. Por esto os invito a escuchar las enseñanzas del Papa y a recitar con frecuencia el Credo como profesión de vuestra fe católica, y también a meditar la completa profesión de fe, compuesta por mi hijo predilecto, que ya ha llegado aquí arriba, el Papa Pablo VI. Entonces permaneceréis en la verdadera fe, hijos predilectos de vuestra Madre Celeste, que es modelo para todos de cómo se debe creer, custodiar, amar y vivir la sola Palabra de Dios. Caminad a la luz de la Gracia. Como un terrible cáncer, hoy el pecado contagia cada vez más a las almas y las conduce a la muerte. Si miraseis con mis ojos, veríais cómo se ha extendido esta verdadera epidemia espiritual, que causa estragos en muchos hijos míos y los hace víctimas del mal. Es necesario que os convirtáis en instrumentos que Yo utilizo para la curación de todos los pobres pecadores. Por esto os invito a caminar por la senda del amor y de la gracia divina, de la mortificación y de la penitencia, de la oración y la santidad. Caminad a la luz del Amor. En estos tiempos, el odio y el egoísmo desenfrenado, se extienden por todas partes de manera cada vez más peligrosa. Mi Adversario lleva la división por doquier: a las familias, a las Comunidades religiosas, a la Iglesia, a toda humana sociedad. ¡Qué difícil se hace hoy comprenderse, cuánto cuesta vivir en la comprensión y en el mutuo entendimiento! Entonces os pido que permanezcáis siempre en mi paz, que os hagáis instrumentos de paz con todos. Por esto os invito, con dulce severidad al silencio, a gestos concretos de caridad y de comunión, a ayudar al que se encuentra en alguna necesidad, a decir siempre palabras de paz y de reconciliación a todos. Así difundiréis mi Luz inmaculada en las tinieblas que se han extendido y contribuiréis a transformar vuestra vida terrena según el modelo de la que se vive aquí arriba en el Paraíso, donde vuestra Madre Celeste ha sido asunta, también con su cuerpo glorioso.»