Mensaje del 1 de enero de 1983
Fiesta de la Maternidad divina de María
Madre de la Esperanza.
«Al inicio de este año, la Iglesia dirige su mirada a Mí con confianza y me venera en el misterio de mi divina y universal Maternidad. Y en medio de los innumerables sufrimientos de la hora presente, de las muchas inquietudes, de las amenazas que se ciernen sobre vuestro futuro, alzad los ojos a vuestra Madre Celeste, como a la fuente de la misericordia divina y como a un gran signo de esperanza para vosotros. Yo soy la Madre de la Esperanza. Ésta es la virtud teologal que debéis vivir particularmente en las sangrientas horas de la purificación. ¡De cuántas maneras, mi Adversario, trata de llevaros al desaliento para haceros así inofensivos y que mi ejército victorioso tenga menos vigor y fuerza! No temáis, porque Satanás ya ha sido vencido por Jesús, y cada una de sus aparentes victorias, le prepara una nueva, real y gran derrota. Si todavía el odio ensangrienta vuestros caminos, si el pecado recubre de hielo el alma y el corazón de muchos, si la humanidad no retoma al camino del amor, si la rebelión contra Dios se hace más fuerte cada día, que sea aún más grande vuestra confianza en la misericordia del Padre Celestial y miradme a Mí como el signo de vuestra esperanza. Soy la Madre del amor y la Gracia, del perdón y de la misericordia y por esto, al comienzo de este año, señalado por importantes acontecimientos en el designio de la Providencia, recorro los caminos desiertos del mundo para sembrar en el corazón de mis hijos semillas de arrepentimiento, de bondad y de esperanza. ¡Hay tanta necesidad hoy de luz y de consuelo; hay tanta necesidad, en estos tiempos, de consolación y de aliento maternal para todos mis hijos! Miro con dolorida piedad al innumerable ejército de mis hijos pecadores; a los jóvenes seducidos y traicionados por la sociedad en que viven; a los adultos esclavizados por el egoísmo desenfrenado y por el odio; a los hijos de la Iglesia, a quienes la indiferencia y la falta de fe les ha vuelto apáticos. A todos repito: Yo soy la Madre de vuestra Esperanza. No os desanime el gran hielo que recubre el mundo, porque cada día esparzo por doquier semillas de vida y de resurrección. Yo soy el alba que precede al Sol; soy la aurora que da comienzo al nuevo Día. Soy la Madre de la Santa alegría. Vivid en la alegría de sentiros amados por Dios, que es vuestro Padre, llevados por el Espíritu Santo como hijos, sostenidos por Jesús como tantos de sus pequeños hermanos. Comenzad este nuevo año en la alegría de vivir en el Corazón de la Santísima Trinidad y de encontraros a salvo en el jardín de mi Corazón Inmaculado, para vivirlo todos unidos conmigo.»