Mensaje del 9 de abril de 1982
Viernes Santo
Así he encontrado a mi Hijo
«Acercaos, hijos predilectos, a la fuente de la gracia y de la misericordia, que brota del Corazón traspasado de Jesús Crucificado. Dejaos hoy llevar Conmigo sobre el Calvario para vivir juntos las horas dolorosas y preciosas de su agonía. Es clavado en la Cruz hacia el mediodía, después de haber alcanzado, con gran fatiga, la cima del Gólgota. El sufrimiento ha quebrantado su Cuerpo: la flagelación lo ha recubierto de llagas sanguinolentas; la corona de espinas hace que broten de su cabeza regatillos de sangre que descienden y desfiguran su rostro; su Corazón se oprime por el peso inmenso de la ingratitud; sus ojos, tan vivos y profundos, están ahora oscurecidos por el velo de la traición y del abandono… Así encontré a mi Hijo, camino del Calvario, el Viernes de su Pasión. A mi lado está Juan, y juntos, bajo la Cruz, vivimos las horas tremendas de su agonía. Vimos traspasarle las manos y los pies con los clavos, su cuerpo martirizado; sentimos el choque de la Cruz contra el suelo, que lo hace estremecerse de dolor: sus afligidos lamentos; su silenciosa oración; su fuerte grito hacia el Cielo; el sobresalto de su Corazón, que está dando sus últimos latidos. ¡Oh, mis predilectos, vivid conmigo y con vuestro hermano Juan, bajo la Cruz sobre la que mi Hijo pende, agoniza y muere por amor y por la salvación de todos! Así encuentro también hoy a la Iglesia, místico Cuerpo de Jesús Crucificado. También sube ella al Calvario, llevando una pesada Cruz; también conoce ella la hora de tantos abandonos y de las traiciones; igualmente tiene su cuerpo martirizado por los azotes de los pecados que la hieren y de los sacrilegios que le abren llagas profundas… Y con todo, la Iglesia mira a esta humanidad perdida con ojos matemos y misericordiosos, y esperanzada se encamina a la cima del Gólgota para su crucifixión y agonía. Así encuentro hoy a mi Hija. Estoy a su lado en la hora dolorosa de su Viernes Santo. Con Juan, que revive en todos mis hijos predilectos, consagrados a mi Corazón Inmaculado, juntos queremos ayudarla en esta agonía. Besemos sus manos otra vez traspasadas; difundamos amor so-feresu ctterpQ’Oto vez despojador derramemos báteamo sobre sus numerosas heridas; rodeemos de oración y de esperanza los cruentos momentos de su crucifixión. En la espera segura de su resurrección. Por obra del Espíritu Santo, retomará completamente renovada y conocerá un maravilloso esplendor. Al Viernes Santo de su pasión seguirá, con toda certeza, también para Ella, una Pascua gozosa y un nuevo Pentecostés de gracia y de vida.»