Mensaje del 8 de diciembre de 1982
Fiesta de la Inmaculada Concepción
Mi designio
«Soy vuestra Madre Inmaculada: dejaos conducir por Mí, hijos predilectos, a la perfecta actuación de mi designio materno. Es un designio de enemistad. “Pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la suya”. Así dijo de Mí el Señor, dirigiéndose a la Serpiente, cuando por su medio, entró el pecado al principio de la historia del género humano. Enemistad entre Yo y Satanás; entre la Mujer y la Serpiente; entre mi ejército y el suyo; entre el bien y el mal; entre la Gracia y el pecado. Para caminar por mi senda no se puede nunca pactar con el mal, porque sólo permanece franca y abierta, cuando hay perpetua enemistad entre estas dos opuestas realidades. Mi Hijo Jesús se hace signo de esta contradicción y el Padre os lo entrega para la salvación y la ruina de muchos. Hoy vivís tiempos sombríos, porque se trata por todos los medios de llegar al compromiso entre Dios y Satanás; entre el bien y el mal; entre el espíritu de Jesús y el espíritu del mundo. Muchos corren peligro de convertirse en víctimas de esta general confusión y también en mi Iglesia se querría difundir un falso espíritu, que no es el de Jesús, Hijo de Dios. Como una invisible nube tóxica, se expande el espíritu de mescolanza entre Dios y el mundo, y se llega así a quitar su vigor a la Palabra de Dios, despojando de su fuerza el anuncio del Evangelio. Es un designio de lucha. Auxiliados por Mí, siguiendo el camino que Jesús os ha trazado, debéis combatir contra el Maligno, contra el pecado, contra el error y la infidelidad. Si, por divino privilegio, he sido exenta de todo pecado, incluso del Original, es porque la Santísima Trinidad me ha constituido Capitana de esta terrible batalla que compromete Cielo y Tierra, espíritus celestes y terrestres. Es una lucha grande y contimi^cawá*©atcncia kwiisétete.y que en est©s4temposse ha gene*- rafeado. En el Apocalipsis fui preanunciada como “la Mujer vestida del Sol”, que guía al combate contra el “Dragón rojo” y todos sus secuaces. Si queréis secundar mi plan, debéis luchar, mis pequeños, hijos de una Madre Capitana. Luchar contra el pecado, contra todas las componendas, con el arma de la oración y el sufrimiento. En la vida oculta y la confianza, en el humilde cumplimiento de vuestro deber cotidiano, en la perfecta imitación de Jesús, en la pobreza y en el desprecio del mundo y de vosotros mismos, combatís Conmigo a diario esta batalla. Es un designio de victoria. Después del actual triunfo del mal, que ha logrado dominar el mundo, al final la victoria será sólo de mi Hijo Jesús. Sólo El es el vencedor. La conclusión de la gran batalla que estamos viviendo será su Reino glorioso de paz y de bondad, de justicia y santidad, que se instaurará en el mundo y resplandecerá en el corazón de todos. Se cumplirá así el designio de enemistad, de lucha y de victoria con el triunfo de mi Corazón Inmaculado.»