Mensaje del 13 de octubre de 1982 en Fátima
Aniversario de la última Aparición
Yo soy la Aurora
«En el proceloso mar en que estáis navegando, corred todos a mi Corazón Inmaculado. Descendí del Cielo para daros esta áncora de salvación. Asios al áncora que mi amor misericordioso os ha preparado. Venid a Mí, hijos, jamás tan amenazados por el hielo del pecado, por la tormenta del odio, por la tempestad de la rebelión a Dios y a su Ley, por el terremoto del desorden moral, por el peligro de la guerra, de la destrucción y del hambre. En este mundo, que se ha vuelto peor que en los tiempos del diluvio, corréis verdaderamente peligro de perderos: en esta vida, caminando por las perversas sendas del pecado y de la infidelidad; y en la otra vida, corréis el peligro de perderos eternamente. Cuántas almas, en efecto, caen a diario en el Infierno porque no se ha acogido todavía la invitación que os hice, precisamente aquí, para retornar a Dios por el camino de la oración, de la penitencia y de la interior conversión. Son, pues, los tiempos del castigo y de la salvación, de la justicia y de la misericordia. Para estos tiempos os he preparado el seguro refugio donde debéis cobijaros para ser confortados y salvados. Este refugio es mi Corazón Inmaculado. De mi Corazón parten, reflejados cada vez con más fuerza, los rayos que provienen del Corazón de Jesús, para que podáis caminar por la senda de la gracia y de la santidad, del amor y de la misericordia, de la verdad y de la fidelidad. Si el mundo está invadido por las tinieblas del pecado, estos rayos descienden como rocío que lo solicitan a abrirse al radiante mediodía de su renovación. Toda la creación conocerá el nuevo y esperado tiempo de su perfecta glorificación de Dios. Si la Iglesia está, en su realidad humana, oscurecida y herida, estos rayos la abren a la luz del Evangelio de Jesús, a la custodia del depósito de la Fe, que sólo a Ella ha sido confiado, al pleno testimonio de su unidad y santidad. Yo soy la Aurora que precede al día. Mi luz, que se difunde en la noche que aún envuelve al mundo, sois vosotros, los consagrados a mi Corazón Inmaculado, que os habéis entregado completamente a Mí para escucharme y seguirme. Creced en la oración, en la humildad, en el sufrimiento y en la confianza. 436Pronto vendrá el gran día del Señor, preparado por tanto dolor y por tantas lágrimas, por tanto amor y tanta esperanza, por tanta oración y por un sinfín de sufrimientos. Desde la Cova de Iria, en el 65 aniversario de mi última aparición, confirmada por el milagro del sol, os bendigo a todos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.»