Mensaje del 7 de junio de 1981 en Tananarive (Madagascar)
Fiesta de Pentecostés
“¡Ven, Espíritu Santo!”
«Soy la Esposa del Espíritu Santo. Mi potente función de mediadora entre vosotros y mi Hijo Jesús se ejerce, sobre todo, en obteneros, con sobreabundancia, del Padre y del Hijo, el Espíritu de Amor. La Iglesia debe ser renovada y transformada por este fuego divino. Todo el mundo será renovado por este fuego de Amor. Bajo su poderoso hálito de vida se abrirán finalmente los nuevos cielos y la nueva tierra. En el Cenáculo de mi Corazón Inmaculado, disponeos a recibir este Espíritu divino. El Padre os lo envía para asociaros íntimamente a Su misma vida y para que resplandezca en vosotros, de manera cada vez más perfecta, la imagen del Hijo en el que ha puesto todas sus complacencias. Jesús os lo comunica como el fruto más precioso de su misma redención, como Testigo de su Persona y de su divina misión. También en esta lejana tierra donde te hallas hoy, traído por Mí para celebrar Cenáculos con tantos hijos míos, ves ya difundido el Evangelio a través de la obra de los misioneros. Ahora todo el mundo debe ser llevado a la plenitud de la verdad, al Evangelio de Jesús, a la única Iglesia querida y fundada por Cristo, y ésta es la misión del Espíritu Santo. La Iglesia debe abrirse a este fuego divino de tal modo que, completamente purificada, esté pronta a recibir el esplendor de su nuevo Pentecostés, en preparación a la segunda, gloriosa venida de mi Hijo Jesús. Hoy os invito a todos a entrar en el Cenáculo de mi Corazón Inmaculado: en espera de recibir en plenitud el Espíritu de Amor, que se os da como Don por el Padre y el Hijo. Mi Corazón Inmaculado es la puerta de oro a través de la cual pasa este Espíritu divino para llegar a vosotros. Por eso os invito a repetir con frecuencia: “Ven, Espíritu Santo, ven por medio de la poderosa intercesión del Corazón Inmaculado de María, tu esposa amadísima”.»