Mensaje del 22 de octubre de 1981 en Santiago de Chile
Os vendrá la paz
«También en esta Nación, a la que tanto amo, has ido por doquier celebrando Cenáculos con mis Sacerdotes y con muchos de mis hijos. ¡Cuánto amor y cuánta devoción encuentras hacia Mí en todos los caminos del mundo! La respuesta más generosa a mi materna invitación la dan los pobres, los pequeños, los humildes, los que sufren, los pecadores. De este modo las espinas de mi dolor se transforman en flores y las lágrimas en sonrisas. Cada día os veo crecer en número y generosidad, y de todas partes me llega, cada vez más grato, el susurro de vuestras plegarias. ¡Cuánto estimo el Rosario, que recitáis a diario, secundando la urgente invitación de vuestra Madre Celeste! ¡Cómo acojo con alegría vuestra respuesta a mi angustiosa llamada a consagraros a mi Corazón Inmaculado, en medio de la gran indiferencia de la mayoría de mis pobres hijos! Estamos combatiendo juntos, y a diario se unen nuevas fuerzas a mi ejército para la ya anunciada victoria. De mi Corazón Inmaculado os vendrá la paz. En el momento en que todo parezca perdido, veréis el extraordinario prodigio de la Mujer vestida del Sol, que se manifestará en toda su potencia. Las tinieblas se verán vencidas por una Luz que cubrirá todo el mundo; el hielo del odio, por el fuego del amor; la gran rebelión contra Dios, por un retomo universal a su misericordioso amor de Padre. Si, hijos míos predilectos, tendréis también que sufrir y algunos de vosotros serán inmolados en mi Corazón Inmaculado; pero los tiempos de la gran prueba se abreviarán por vuestra generosa respuesta. Más pronto de lo que vosotros mismos podáis pensar, vendrá a vosotros el Reino de amor y de paz de mi Hijo Jesús, a quien sólo se le debe el honor, el poder y la gloria por los siglos de los siglos.»