Mensaje del 1 de julio de 1981 en San Marino – Valdragone
Fiesta de la Preciosísima Sangre de Jesús. Cenáculo con los
Responsables del M.S.M.
Es la hora de mi victoria
«Hijos predilectos, estáis aquí en mi casa, que Yo os he prepaado, y vivís estos días en un continuo Cenáculo de oración y de fraternidad junto a vuestra Madre Celeste. Yo estoy siempre con vosotros. Me uno a vuestra oración, y la presento al Padre por medio de mi Hijo Jesús; os ayudo a conoceros, a amaros y os conduzco a la perfección del amor. Derramo bálsamo sobre vuestras heridas y fortalezco vuestra debilidad. Vosotros, mis hijitos, consoláis mi Corazón herido y transformáis mi dolor en alegría. Pero, ¿ por qué os he querido aquí también este año? Porque la lucha entre vuestra Madre Celeste —la Mujer vestida del Sol— y su Adversario —el Dragón rojo —ha entrado ya en su fase conclusiva. Todo lo que ha sucedido en estos meses tiene un profundo significado en el cumplimiento de cuanto ha sido ya predicho para este período de purificación que estáis viviendo. En el Espíritu de Sabiduría sabed, por tanto, leer los signos del momento presente que vivís. Por esto os he llamado y traído aquí arriba y os he fortalecido porque ahora mi gran designio debe cumplirse. Pero sólo puedo cumplirlo a través de vosotros. Así que espero de vosotros una respuesta completa a mi querer. ¡No más dudas, no más perplejidades, no más incertidumbres! ¡A cuántos de vosotros, mi Adversario, ha paralizado con estas armas tan sutiles y peligrosas! No miréis a los que os rodean; no prestéis atención a las críticas que escucháis, al escepticismo que con frecuencia envuelve mi Obra. No se da a todos el comprender mi designio. A vosotros, mis pequeños, el Padre os lo ha concedido por medio de Jesús que, en el Espíritu de amor, os ha depositado en la cuna de mi Corazón Inmaculado. Sólo en mi Corazón Inmaculado está la fuente de vuestra seguridad. Aquí se os está preparando por Mí para la gran lucha que os espera. Aquí os formo en la oración, porque ésta es el arma con la que debéis combatir. Orad más, orad siempre; que toda vuestra acción 398sea de verdad oración. Vivid vuestra Misa, que cada día os inmola con Jesús; rezad bien la Liturgia de las Horas, que consagra a Dios el ritmo de vuestra jomada; recitad con amor y con alegría el Santo Rosario. Meditad mi palabra que os he ido comunicando en estos años. Ella os llevará a comprender el Evangelio, que hoy debe ser vivido por vosotros y anunciado a todos. No podéis descender de este monte sin haber sido transformados por Mí en hostias vivas, ofrecidas por el Espíritu Santo al Padre para la salvación del mundo y para el cercano advenimiento del Reino glorioso de Jesús. Aquí os ayudo a sufrir. Ahora mi Corazón Inmaculado, de cuna se convierte en Altar, sobre el que cada día os inmolo para aplacar la Justicia divina y para que la Misericordia de Dios descienda como lluvia para renovar el mundo. Por esto se os llama a grandes sufrimientos, siguiendo en pos de mi primer hijo predilecto, el Papa, que recorre ahora el camino del Calvario bañado en su propia sangre, y a cuya cima, y a su lado, vuestra Madre Celeste os conduce. Aquí, sobre todo, os formo en la perfección del amor. Con vosotros están, espiritualmente unidos, todos vuestros hermanos del Movimiento; y en estos días descenderán gracias extraordinarias sobre los corazones de mis hijos predilectos esparcidos en todas las partes de la Tierra. Ha llegado el tiempo en que quiero vivir en vosotros y manifestarme a todos a través de vosotros. Quiero amar con vuestro corazón, mirar con vuestros ojos, consolar y animar con vuestros labios, ayudar con vuestras manos, caminar con vuestros pies, seguir tras vuestras huellas ensangrentadas, y sufrir con vuestro cuerpo crucificado. Es la hora de la batalla decisiva, por tanto es también la hora de mi victoria. Por esto, y una vez más, os he llamado y me habéis respondido, y habéis venido a este Cenáculo, donde juntos oramos, amamos e invocamos al Espíritu Santo que el Padre por medio del Hijo os dará sobreabundantemente, para que podáis ver pronto los nuevos Cielos y la nueva Tierra.»