Mensaje del 3 de noviembre de 1980 en Calcuta (India)
Fiesta de San Martín de Porres
Madre de los más pobres
«Te he querido también aquí en esta enorme Nación para hacer Cenáculos y recoger cada vez en mayor número a mis predilectos, a todos mis hijos en el refugio de mi Corazón Inmaculado. La mayoría de ellos, sin embargo, vive aún sin conocer el Evangelio, que os enseñó mi Hijo Jesús, con el mandato dado a los Apóstoles, y a vosotros transmitido, de ir a anunciar la buena nueva a todos los pueblos de la Tierra. ¡Cuántos de ellos están todavía en las tinieblas del paganismo, o pertenecen a otras religiones y tienen necesidad de ser conducidos a la plenitud de la verdad, que se encuentra sólo en la Iglesia Católica, fundada por Jesús para llevar el Evangelio de la salvación a todas las gentes! Igualmente has visto que aquí, como en ningún otro lugar, muchos de mis hijos viven en condiciones de extrema miseria, de suma pobreza. Cuántos de ellos no tienen ni casa ni trabajo, ni comida ni vestido, y viven cubiertos de andrajos en las aceras de las calles, donde sufren y mueren en medio de la general apatía y abandono. Tu venida es para ellos un signo extraordinario de mi presencia junto a ellos, de mi dolorosa ansiedad de Madre. Soy la Madre de los que son ignorados y abandonados por todos. Acojo hoy todos sus padecimientos en el inmenso dolor de mi Corazón. Derramo bálsamo sobre sus heridas y valoro cada sufrimiento de estos pobres hijos míos: el sufrimiento de los que todavía no conocen a Jesús y caminan en las tinieblas; el sufrimiento de los que están marginados y no se sienten ayudados por nadie; el sufrimiento de los que no poseen nada; el sufrimiento de los que viven y mueren en las aceras de las calles, sin que ninguno se pare para prestarles una ayuda. Soy la Madre de los más pobres entre los pobres, de los más miserables, y mi Corazón Inmaculado quiere darles la ayuda que necesitan: la ayuda para llegar a Jesús y acoger su Evangelio de salvación, traído por tantos hijos míos misioneros y misioneras que, a este fin, consumen aquí toda su existencia; la ayuda para vivir en la dignidad de hijos de Dios para una existencia más humana y decorosa. Hoy me hago voz de mis hijos pobres, que no tienen voz para repetir a todos: ¡pensad en estos hermanos vuestros, en los que todavía hoy mueren de penuria y de hambre! ¡Dad a estos mis pequeños lo que tenéis en abundancia! No estéis tan preocupados en acumular riquezas, mientras se deben distribuir, entre todos, los bienes que vuestro Creador ha puesto a disposición de todos. Soy la Madre de todos, pero particularmente de los más pobres. Acojo su sufrimiento y lo bendigo y lo asocio a la oración de los que invocan la venida del Reino de Jesús, por medio del triunfo de mi Corazón Inmaculado. Será un Reino de verdad y de gracia, de amor y de justicia, y en él, mis hijos más pobres tendrán el puesto más bello.»