Mensaje del 27 de octubre de 1980 en Melboume (Australia)
El camino de la unidad
«Ves cómo mi Adversario ha logrado también aquí extender su dominio, llevando a muchos hijos míos a vivir de espaldas a Dios, seduciéndolos con el veneno del ateísmo y el neopaganismo. Más que nunca, en estos tiempos y en estos lugares, la Iglesia, fundada por Jesús en la unidad, debe presentarse en toda la fuerza de su unidad, para que pueda difundir la luz del Evangelio a todos los que andan descarriados. Yo soy el camino de la unidad. Compete a la Madre reconducir al recíproco amor, a la concordia, a la estima, a la plena comunión a todos los que, por medio del Bautismo, se han incorporado a la misma vida de mí Hijo Jesús. Algunos han querido soslayar a vuestra Madre Celeste, precisamente en la perspectiva engañosa de facilitar más la unión de los cristianos. Esto, al contrario, ha causado un nuevo y más grave obstáculo. De hecho la desunión ha penetrado hasta el interior de la Iglesia Católica. No es posible una verdadera unión de los Cristianos si no es en la perfección de la verdad. Y la verdad se mantiene íntegra sólo en la Iglesia Católica, la cual debe conservarla, defenderla y anunciarla a todos sin miedo. Será la luz de la verdad la que atraiga a tantos hijos míos a regresar al seno de la única Iglesia fundada por Jesús. No es posible una verdadera unión de los Cristianos si no es en la perfección de la caridad. Y ¿quién os puede ayudar a amaros, a comprenderos, a compadeceros, a conoceros, a estimaros mejor que vuestra Madre Celeste? Por esto no es posible una verdadera unión de los Cristianos sin un esfuerzo de interior conversión y purificación, para llegar a cumplir sólo el divino Querer. He aquí cual es para vosotros el Querer divino: que todos sean una sola cosa. Y ¿quién mejor que Yo puede ayudar a sus hijos a recorrer este difícil camino? Soy para vosotros el camino de la unidad. Cuando sea acogida por toda la Iglesia, entonces, como Madre, podré reunir a mis hijitos en el calor de una sola familia. Por esto la unión de todos los Cristianos en la Iglesia Católica coincidirá con el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. Esta Iglesia reunificada, en el esplendor de un nuevo Pentecostés, tendrá la fuerza de renovar a todos los pueblos de la Tierra. El mundo creerá en Aquel que el Padre ha enviado y será enteramente renovado por su Espíritu de amor (…).