Mensaje del 24 de abril de 1980 en Roma
Tiempo pascual
Tened confianza
«No se turbe vuestro corazón. Tened confianza en Jesús resucitado y ascendido a la derecha del Padre, donde tiene ya preparado un puesto para cada uno de vosotros. Hijos predilectos, tened confianza también en vuestra Madre Celeste. Mi designio está encerrado en lo íntimo de la Divina Trinidad. Soy la Virgen de la Revelación. En Mí, la obra maestra del Padre se realiza de manera tan perfecta, que El puede derramar sobre Mí la Luz de su predilección. El Verbo asume en mi seno virginal su naturaleza humana, y así puede llegar a vosotros por medio de mi verdadera función de Madre. El Espíritu Santo me atrae, como un imán, a lo íntimo de la vida de amor entre el Padre y el Hijo, e interiormente soy trans formada y en tal grado asimilada a Él que me hace su Esposa. A través de Mí se manifiesta el gran designio, escondido en el misterio mismo de Dios. Mi Hijo Jesús es la manifestación de este misterio. Sólo en Él habita la plenitud de la Divinidad. Por medio de Él toda la humanidad es de nuevo llevada a la plena comunión con la misma naturaleza divina. Sólo con Él se puede realizar el gran designio del Padre. Tened confianza, hijos predilectos. En los momentos presentes, tan cargados de oscuridad y de amenazas, mirad a vuestra Madre Celeste. Revelaré a vuestras almas el secreto de la Palabra, hecha Carne en mi seno materno. Os llevaré a la plena comprensión de la divina Escritura. Sobre todo, os leeré las páginas de su último Libro, que estáis viviendo. Todo está ya predicho en él, aun lo que todavía está por suceder. Está claramente descrita la batalla a la que os llamo, y está también preanunciada mi gran victoria. Por esto os repito: no temáis; tened confianza. En mi Corazón Inmaculado gustaréis la alegría y la paz que, también hoy, os da a todos mi Hijo resucitado.»