Mensaje del 22 de enero de 1980
Una gran red de amor
« Caminad en la confianza. Los tiempos predichos por Mí han llegado y debéis depositar en Mí toda preocupación. Soy vuestra Madre Celeste y me encuentro al lado de cada uno de vosotros. Os protejo y os conduzco. Os refugio y os defiendo. No os preocupéis de la suerte que os espera, porque todo ha sido ya dispuesto en mi Corazón materno. La humanidad se encuentra ya al borde de la destrucción que podría acarrearse con sus propias manos. Se ha iniciado ya cuanto os anuncié en Fátima para el último período de este siglo. ¿Cómo podré detener aún la mano de la Justicia divina si cada día es más grande la perversión a que llega la humanidad, caminando por la senda de su obstinada rebelión a Dios? ¡Cuántas naciones se encontrarán envueltas en ella y cuántas personas morirán, mientras otros muchos deberán sufrir indecibles sufrimientos! El hambre, el fuego y una gran destrucción: he ahí lo que os traerá el castigo, que está a punto de abatirse sobre esta pobre humanidad. Hijos predilectos, acoged todos mi urgente invitación, porque mi Corazón Inmaculado tiembla: está angustiado por la suerte que os espera. Orad cada vez más. Orad unidos a Mí con el rezo del Santo Rosario. Orad y haced penitencia para que se abrevie el tiempo de la prueba y el mayor número de mis hijos pueda salvarse eternamente. Orad para que los sufrimientos sirvan para convertir a todos los que se han alejado de Dios. Orad para que no dudéis jamás del amor del Padre, que es providente y siempre os está mirando, y usa del dolor como medio para sanamos de la enfermedad, de la corrupción, de la infidelidad, de la rebeldía, de la impureza y del ateísmo. Ahora os pido más oración. Multiplicad vuestros Cenáculos de oración. Multiplicad vuestros Rosarios, bien recitados y unidos a Mí. Ofrecedme también vuestro sufrimiento y vuestra penitencia. Os pido oración y penitencia para la conversión de los pecadores, para que mis hijos más rebeldes y alejados puedan también retomar a Dios, que los aguarda con el ansia misericordiosa de un Padre. Así, todos unidos, formaremos una gran red de amor, que envolverá y salvará a todo el mundo. Así, mi materna y suprema intervención podrá llegar a todas partes, para la salvación de todos los que se han extraviado.»