Mensaje del 2 de septiembre de 1980 en Nueva York (USA)
El escollo de la gran división
«Te he querido hoy aquí en la gran ciudad de este Continente, para comenzar los Cenáculos, que después continuarás en muchos otros Estados de esta inmensa Nación. Hijos predilectos, ésta es vuestra hora. Os llamo a todos a combatir Conmigo en la fase final de la batalla. Vuestra Madre está ya en las vísperas de su mayor victoria. He elegido en ti al hijo más pequeño y pobre, y te llevo a todas partes del mundo para recoger a todos en mi Corazón Inmaculado. Por tu medio, ya en todo el mundo, recibo el homenaje de vuestra vida consagrada a Mí, y os inundo el corazón de puro amor a Jesús para que podáis salvar un gran número de almas. Acojo vuestro sufrimiento y curo vuestras numerosas heridas. Os amo con corazón materno y misericordioso. Os amo con predilección por vuestra gran pequeñez y fragilidad. Os conduzco porque a vosotros os toca desarrollar la misión más importante en el momento de la lucha decisiva. Mirad la gran luz que mi Corazón Inmaculado ha dado a la Iglesia: es mi primer hijo predilecto, el Papa Juan Pablo II. De ahora en adelante esta luz se hará más intensa mientras el combate se hará más áspero. Este Papa es signo de mi extraordinaria presencia entre vosotros; se convierte en piedra de escándalo para todos mis enemigos, y el escollo contra el cual se producirá la gran división. Estuvo también aquí y habló con firmeza, pero ¡qué pocos son los que siguen su seguro e inspirado magisterio…! Aun algunos de mis hijos predilectos siguen prescindiendo de El y así se cae en profundas tinieblas y la Iglesia en este país se encuentra muy enferma y llagada. Sed vosotros, hijos consagrados a mi Corazón Inmaculado, ejemplo viviente de amor, de fidelidad y de plena unión con el Papa. Así atraeréis a un gran número de pobres hijos desorientados al buen camino de la unidad y de la salvación en la verdadera fe. Dentro de poco la apostasía se pondrá de manifiesto; se salvarán de la amenaza de naufragar en la fe, sólo los que se pongan del lado del Papa. Con El, os bendigo a todos y os aliento a caminar en la confianza y en el filial abandono.»