Mensaje del 14 de noviembre de 1980 en Bangalore (India)
La fuerza del Evangelio
«Cuanto aquí has vivido, pequeño hijo mío, es para ti un signo de que esta es mi hora, y de que la Celeste Capitana ha reunido ya su ejército de todas las partes del mundo. Cada día, en diversas diócesis, has tenido encuentros en los Cenáculos con centenares de hijos predilectos y con decenas de millares de religiosas y fieles, haciendo en las Catedrales vuestra consagración a mi Corazón Inmaculado. A través de los que me habéis respondido, mi luz se difunde en la Iglesia cada vez con más intensidad. Así la Iglesia recobra vigor y confianza, y toma de nuevo impulso para la evangelización y la salvación de todos los pueblos de la tierra. Mira esta inmensa nación y el sinnúmero de mis hijos, que aún no conocen a Jesús y caminan en las tinieblas, en espera de que también para ellos brille la luz de la Verdad y de la Gracia. Este es el tiempo en que el Evangelio de la Salvación debe ser anunciado a todos los pueblos de la Tierra. Y el Evangelio debe ser predicado a todas las criaturas, tal como Jesús lo ha enseñado, como el Espíritu Santo lo ha entregado a la Iglesia. El Evangelio debe ser hoy conservado a la letra. El Evangelio debe ser hoy vivido a la letra. El Evangelio debe ser hoy predicado a la letra. La tentativa, seguida por muchos, de enseñar sólo humanamente el Evangelio, de eludir su contenido histórico y sobrenatural, de reducir a interpretaciones naturales lo que en él se contiene de divino y milagroso, ha tenido como consecuencia la pérdida de vigor del mensaje y el debilitar la eficacia de su anuncio. La fuerza de la evangelización está en su fidelidad y en su autenticidad. No es cuestión solamente de adaptar el mensaje de Cristo a las varias culturas, sino de llevar todas las culturas a Cristo; así es como se realiza la misión que se os ha confiado de evangelizar. ¡Cuántos de estos hijos míos serían ya de Cristo si hoy no se hubiese debilitado la fuerza y el empuje de la evangelización! Soy vuestra Madre y Maestra. Como Yo acogí, guardé y viví la Palabra de Dios, así hoy hago que la acojáis, guardéis y viváis también todos vosotros, mis pequeños. Por esto la divina Palabra debe ser vivida y anunciada por vosotros a la letra. Por esto quiero comunicar a todos vosotros el entusiasmo por el Evangelio. Iluminados por su luz, anunciadlo a todos los pueblos de la Tierra. Soy la Madre y Maestra de todos los pueblos, y el triunfo de mi Corazón Inmaculado no puede llegar plenamente, sino cuando les haya llevado a todos a mi Hijo Jesús. Vivid en mi Corazón Inmaculado y dad a Jesús a todos los pueblos de la Tierra. Pronto se realizará el deseo más íntimo de mi Hijo y, de todas partes de los cinco Continentes, bajo mi guía, todos correrán para entrar a formar parte de un solo redil bajo el cayado de un solo Pastor. Por ahora miro con ternura de Madre a estos hijos aún lejanos y por tu medio bendigo hoy a todos y los encierro en mi Corazón Inmaculado.»