Mensaje del 14 de junio de 1980
Fiesta del Inmaculado Corazón de María
Un río de aguas
«Hijos predilectos, hoy es vuestra fiesta, porque es la fiesta del Corazón Inmaculado de vuestra Madre Celestial, al que os habéis consagrado. Pasadla en el recogimiento, en la oración, en el silencio, en la confianza. Ya he impreso mi señal en la frente de cada uno de vosotros. Mi Adversario ya no puede nada contra los que han sido marcados por la Madre Celestial. La estrella del Abismo perseguirá a mis hijos, por lo cual serán llamados a sufrimientos cada vez mayores; muchos deberán ofrecer hasta la propia vida. Será con su sacrificio de amor y de dolor como Yo podré obtener mi mayor victoria. Soy la Mujer vestida del Sol. Estoy en lo íntimo de la Trinidad Divina. Hasta que no sea reconocida allí donde me ha querido la Santísima Trinidad, Yo no podré ejercer plenamente mi poder en la obra maternal de corredención y de mediación universal de todas las gracias. Por eso, mientras la batalla entre Yo y mi Adversario entraba en su fase decisiva, él ha intentado por todos los medios oscurecer la misión de vuestra Madre Celestial. El Dragón rojo, para llegar a dominar la tierra, se ha lanzado a perseguir ante todo a la Mujer vestida del Sol. Y de su boca, la serpiente, ha arrojado en pos de la Mujer, un río de aguas para sumergirla y apartarla del camino. ¿Qué es este río de aguas sino el conjunto de esas nuevas teorías teológicas con las que se intenta hacer descender a vuestra Madre Celestial del lugar en que ha sido colocada por la Santísima Trinidad? Así se ha podido llegar a oscurecerme en el alma, en la vida, y en la piedad de muchos hijos míos; hasta se han llegado a negar algunos de los privilegios con que fui adornada por mi Señor. Para huir de este gran río de aguas se le dieron a la Mujer las “alas de la gran águila”, y así Ella ha podido encontrar su lugar en el desierto. ¿Qué es el desierto sino un lugar escondido, silencioso, apartado y árido? El lugar escondido, silencioso, aridecido por tantas luchas y tantas heridas en que la Mujer encuentra ahora su lugar, es el alma y el corazón de mis hijos predilectos y de todos aquellos que se han consagrado a mi Corazón Inmaculado. Realizo los más grandes prodigios en el desierto donde me encuentro. Los realizo en el silencio, en el ocultamiento, para transformar el alma y la vida de aquellos hijos míos que se han confiado completamente a Mí. Así cada día, hago florecer su desierto en mi jardín, donde Yo puedo todavía realizar plenamente mi Obra y donde la Santísima Trinidad puede recibir gloria perfecta. Hijos, dejaos transformar por mi poderosa acción de Madre, Medianera de todas las gracias y corredentora. No temáis, porque en el desierto de vuestro corazón Yo he buscado mi refugio y he puesto mi habitual morada. Vivid en la alegría y en la confianza, porque habéis sido marcados por Mí con mi sello y habéis entrado a formar parte de mi propiedad. Hoy acojo vuestros pequeños corazones en el Corazón inmenso, Inmaculado y Doloroso de vuestra Madre Celestial, que os mira con complacencia y os bendice con el Papa, mi primer hijo predilecto, que tanta luz está dando a toda la Iglesia.»