Mensaje del 13 de mayo de 1980 en Colonia (Alemania)
63 Aniversario de la Aparición de Fátima
Los tiempos de la batalla
«¡Es la hora de mi gran batalla! Cuanto veis y estáis viviendo ahora forma parte de mi plan, escondido en el secreto de mi Corazón Inmaculado. La Santísima Trinidad me ha confiado a Mí la misión de guiar su ejército en la terrible lucha contra Satanás, que ha sido siempre el más astuto y encarnizado enemigo de Dios. Dios me ha confiado a Mí, la más pequeña esclava del Señor, la ejecución de su plan victorioso para que el espíritu de la soberbia y de la rebelión pueda ser vencido una vez más por la humildad y obediencia de vuestra Madre Celestial. Mi Adversario ha osado atacar a la Santísima Trinidad, oscureciendo su gran Obra de amor y gloria. Ha oscurecido la Obra del Padre, seduciendo a las otras criaturas a la rebelión contra Dios, a través de la difusión del ateísmo en tal medida como nunca la humanidad había conocido. Para hacer estéril la Obra redentora del Hijo, ha intentado oscurecer su Iglesia, infiltrando en su interior el error y difundiendo la infidelidad, como un terrible cáncer. Tiene encendida la constestación al Papa, a quien Jesús ha puesto en la Iglesia como centro de Unidad y como custodio de la Verdad. Ha oscurecido la Obra del Espíritu Santo, logrando apagar en muchas almas la luz de la Vida divina a través del pecado. Muchos lo cometen fácilmente y hasta lo justifican y muchos ni siquiera lo confiesan. Pero la “Mujer vestida del Sol”, que ha iniciado ya su gran batalla, la lleva adelante cada día a través de vosotros, mi pequeño ejército fiel. Por medio de vosotros Yo devolveré a su esplendor la Obra de la creación, de la redención y de la santificación, de modo que la Santísima Trinidad reciba su mayor gloria. No os turbéis por la oscuridad que se ha extendido, porque forma parte del plan de mi Adversario; por el contrario, es parte de mi plan victorioso ahuyentar las tinieblas para que la Luz pueda retomar a todas partes. Y la Luz resplandecerá en la creación, cuando ésta vuelva a cantar al amor y a la gloria de Dios, después de la derrota de toda forma de ateísmo y de soberbia rebelión. En la Iglesia volverá a resplandecer plenamente la Luz de la verdad, de la fidelidad, de la unidad. Mi Hijo Jesús se manifestará plenamente; y así la Iglesia se convertirá en Luz para todas las naciones de la tierra. En las almas haré refulgir la Luz de la Gracia. El Espíritu Santo se comunicará a ellas con sobreabundancia para conducirlas a la perfección del amor (…).»