Mensaje del 11 de febrero de 1980
Fiesta de la Virgen de Lourdes
Bajo mi manto inmaculado.
«Os miro, hijos predilectos, con mis ojos misericordiosos. Es la mirada de vuestra Madre Celeste, que os sigue a cada uno en todas las partes del mundo. Mi mirada materna se posa hoy sobre vosotros con particular complacencia y os atrae dulcemente para que todos os cobijéis bajo la protección de mi manto inmaculado. Quiero reuniros en el amor, que debe crecer cada vez más entre vosotros, hasta haceros una sola cosa. Así podré ofreceros a mi Hijo Jesús para cumplir su deseo más íntimo,que os ha dejado como su testamento: “Como Yo y Tú, oh Padre, somos uno, así también ellos sean una sola cosa en nosotros”. Y ¿dónde puede construirse cada día esta unidad, si no en el Corazón Inmaculado de vuestra Madre, que os ama a todos, y os conduce, os congrega y une? Quiero curaros del pecado y de las consecuencias que deja en vosotros; de ese sentido de debilidad y de inestabilidad que con tanta frecuencia os abate y desanima. Os sentís tan frágiles e inseguros, tan inciertos y temerosos de convertiros en víctimas de todo el mal que os rodea. No recaeréis en el pecado, si vivís siempre bajo el manto inmaculado de vuestra Madre Celeste. Aquí curo vuestras heridas, derramo bálsamo sobre vuestras llagas dolorosas, os doy el manjar que os nutre, os cubro con mis bellísimas vestiduras; os formo y os conduzco con maternal firmeza hacia la santidad. Por vuestro medio llamo hoy a refugiarse bajo mi manto a todos mis hijos, sobre todo a los que se han alejado de Jesús y de Mí, se han dejado envolver por la presente tempestad y se encuentran ahora en gran peligro. Tienen, por esto, más necesidad de mi auxilio materno. Por tanto, ninguno desespere, ninguno se sienta abandonado por Mí. Ha llegado la hora en que resplandecerá con más fulgor para todos el amor de vuestra Madre Inmaculada.»