Mensaje del 1 de marzo de 1980
Primer sábado de mes y de Cuaresma
Con Jesús en el desierto
«Hijos predilectos, en este período de más intensa oración y penitencia entrad también vosotros con Jesús en el desierto. Ofreceos con Él a la perfecta actuación del designio del Padre. Preparaos a la importante misión que os espera, porque ha llegado mi tiempo y debo contar, con seguridad, con cada uno de vosotros. Mi designio no se corresponde con el vuestro, y mis caminos no son los vuestros. Podéis comprender mi designio y caminar por mis sendas, sólo si tenéis puro el corazón. Bienaventurados los puros de corazón porque ellos podrán ver. En el desierto, vuestros corazones serán purificados, cada vez más, por Mí, para que en la Luz de la Sabiduría, podáis ver el designio del Padre, y también podáis, como Jesús, disponeros a cumplirlo, bebiendo hasta la última gota el Cáliz, que tenéis ya preparado. Por esto, vuestros corazones deberán ser mayormente purificados por Mí. Y el desierto es el lugar adonde os conduzco para mi materna obra de purificación. En el desierto Jesús sufrió el hambre y la sed, el frío de la noche y el gran calor del día. En el desierto, adonde os llevo, sentiréis gran hambre y sed solamente de la Palabra de Dios, mientras cualquier otra palabra os causará náuseas. Os haré probar también el frío doloroso del pecado, que ha vuelto gélido y árido al mundo, y el ardiente calor del Espíritu de Dios, que derramará por doquier las llamas de su amor para que todo se renueve y todo pueda así volver a florecer. En el desierto Jesús vivió solo, y con El, Yo os llevaré a la soledad interior, despegándoos de vosotros mismos, de las criaturas, del mundo en el que vivís, de vuestras ocupaciones, para que podáis escuchar la voz del gran silencio. Vuestro corazón podrá formarse en el puro y perfecto amor a Dios y al prójimo, sólo en la cuna de este gran silencio. En el desierto Jesús oraba al Padre sin interrupción. Y así, con Jesús, Yo os conduzco a la oración, que debe hacerse incesante y continua. Orad siempre: con vuestra vida, con vuestro corazón, con vuestro trabajo, con vuestra fatiga, con vuestro cansancio, con vuestras heridas. Oh, hijos míos predilectos, sólo aquí en el desierto vuestra Madre Celeste puede formaros en el gusto por la oración, para que podáis sentir siempre a vuestro lado al Padre que os ama, que os conduce y protege. En el desierto Jesús fue tentado. En este desierto al que os conduzco, también vosotros seréis probados con el fuego de innumerables tentaciones y tribulaciones, y vuestra fidelidad y confianza serán sometidas a una gran prueba. Se ha concedido a mi Adversario un período de tiempo para tentaros. Os insidiará de todas las maneras: con el orgullo, la concupiscencia, la duda, el desaliento, la curiosidad. Seréis cribados como el grano, y muchos serán atraídos por sus peligrosas tentaciones. Seguid siempre a Jesús en el rechazo de sus seducciones; sobre todo vigilad, porque hoy abundan mucho los falsos cristos y los falsos profetas, que seducen y llevan a la perdición a muchas almas No os desaniméis, hijos predilectos: Yo estoy junto a vosotros para descubriros las asechanzas de mi Adversario y para ayudaros a vencer sus seducciones. Así os fortalezco con la Palabra de Dios, que ha sido la Luz que ha guiado, en la vida, a vuestra Madre Celeste. En el desierto, como Jesús, también vosotros seréis preparados para la misión que debéis cumplir. Por esto vuestros corazones deberán hacerse más puros, deberéis sentir hambre y sed de la Palabra de Dios, deberéis orar y sufrir para decir, con vuestro hermano Jesús, sobre mi Corazón Inmaculado: “Padre, hágase sólo tu Voluntad. No te han agradado ni holocaustos ni sacrificios; pero me has formado un cuerpo. Dios mío, vengo a cumplir hoy tu Voluntad.»