Mensaje del 9 de marzo de 1979
Viernes de Cuaresma
Vuestra liberación está cerca.
«Hijos predilectos, observad Conmigo las señales del tiempo que vivís. Los corazones de los hombres se han enfriado y el mundo se ha convertido en un desierto. Pero debéis tener todavía más confianza en vuestra Madre Celestial, Mirad Conmigo el tiempo en que vivís y veréis las señales de mi extraordinaria intervención. Cuando brotan en los árboles las primeras yemas, vosotros pensáis que el invierno toca ya a su fin y que se acerca una nueva primavera. Os he indicado las señales del crudo invierno que está viviendo ahora la Iglesia en la purificación, que ha llegado a su vértice más doloroso. La Esposa de mi Hijo Jesús aparece todavía llagada y oscurecida por su Adversario, que parece estar cantando su completa victoria. El está seguro de haber vencido en la Iglesia por la confusión que ha subvertido muchas de sus verdades, por la indisciplina 309que ha llevado al desorden, por la división que ha atacado a su unidad interior, por la persecución oculta y solapada que la ha crucificado de nuevo. Más he aquí que, en su más crudo invierno, ya brotan los retoños de una vida renovada. Ellos os dicen que la hora de vuestra liberación está cerca. Para la Iglesia está a punto de surgir la nueva primavera del triunfo de mi Corazón Inmaculado. Será siempre la misma Iglesia, pero renovada e iluminada, convertida por la purificación en más humilde y fuerte, más pobre, más evangélica, para que en Ella pueda resplandecer para todos el Reino glorioso de mi Hijo Jesús. Será la nueva Iglesia de Luz, y ya desde ahora se ven despuntar sobre sus ramas muchos nuevos brotes: son todos aquellos que se han confiado a su Madre Celestial: sois también vosotros apóstoles de mi Corazón Inmaculado. Sois todos vosotros, mis pequeños hijos, que os habéis consagrado a Mí, que vivís de mi mismo espíritu. Sois vosotros, fieles discípulos de Jesús, que queréis vivir en el desprecio del mundo y de vosotros mismos, en la pobreza, en la humildad, en el silencio, en la oración, en la mortificación, en la caridad y en la unión con Dios, mientras sois desconocidos y despreciados por el mundo. Ha llegado el momento de salir de vuestro ocultamiento para ir a iluminar la tierra. Mostraos a todos como mis hijos, porque Yo estoy siempre con vosotros. La fe sea la Luz que os ilumine en estos días de oscuridad, y os consuma sóo el celo por el honor y la gloria de mi Hijo Jesús. Combatid, hijos de la Luz, aunque seáis pocos en número. Muchos seguirán vuestras huellas y entrarán a formar parte de mi ejército, porque ha llegado ya la hora de mi batalla. En el más crudo invierno sois vosotros las yemas que brotan 310de mi Corazón Inmaculado y que Yo deposito sobre las ramas de la Iglesia, para deciros que está para llegar su más bella primavera. Será para Ella como un nuevo Pentecostés. Hijos predilectos, mirad con mis ojos el tiempo que vivís. Perseverad en la oración, en el sufrimiento y en la esperanza, porque la hora de vuestra liberación está cercana.»