Mensaje del 7 de octubre de 1979 en Lourdes (Francia)
Nuestra Señora del Rosario
Vuestro Rosario.
«Te he traído también aquí, para reunir en Cenáculos de oración y de vida Conmigo, a muchos Sacerdotes, Religiosos y fieles. En estos Cenáculos estoy verdaderamente presente y me uno a vuestra oración. Con ella ofrecéis a la Madre Celeste una fuerza poderosa para intervenir y salvar a muchos pobres hijos descarriados y para ordenar los acontecimientos dolorosos de vuestro tiempo, según el designio materno de mi Corazón Inmaculado. El Rosario entero que recitáis en los Cenáculos secundando la urgente petición de vuestra Madre, es como una inmensa cadena de amor y de salvación con la que podéis rodear personas y situaciones, y hasta influir en todos los acontecimientos de vuestro tiempo. Continuad recitándolo, multiplicad vuestros Cenáculos de Oración, respondiendo así a la invitación que con tanta frecuencia e intensidad os ha dirigido mi primer hijo predilecto, el Vicario de Jesús. Ahora puedo usar la fuerza que me viene de vuestra oración y quiero intervenir como Madre para abreviar el tiempo de la prueba y para aliviaros de los sufrimientos que os esperan. Todo puede cambiarse todavía si vosotros, mis pequeños, escucháis mi Voz, y os unís con la oración, a la incesante intercesión de vuestra Madre Celeste. Por esto aquí, donde me aparecí como la Inmaculada, os repito que continuéis con más generosidad y perseverancia el rezo del santo Rosario. El Rosario es la oración que desde el Cielo Yo misma vine a pediros. Con ella lográis descubrir las insidias de mi Adversario; os sustraéis a muchos de sus engaños; os defendéis de muchos peligros que os tiende; os preserva del mal y os acerca cada vez más a Mí para que pueda ser verdaderamente vuestra guía y protección. Como ya sucedió en otras ocasiones decisivas, también hoy la Iglesia será defendida y salvada por su Madre victoriosa, a través de la fuerza que me viene de vosotros, mis pequeños hijos, con el rezo frecuente de la oración del santo Rosario. / Valor.; hijos predilectos! Orad, confiad y entrad en el refugio de mi Corazón Inmaculado para formar parte de mi ejército victorioso. Esta es mi hora y pronto toda la Iglesia será llevada a un nuevo esplendor por Aquella a la que invocáis como “Reina de las Victorias.»